"Porque hay olvidos que queman y hay memorias que engrandecen."
- Alfredo Zitarrosa
Hola, probablemente no recuerdes ya quien soy, aunque yo sí recuerde bjen quiénes éramos con una mezcla de nostalgia y tristeza. Han pasado algunos años en los que nos hicimos fuertes a nuestra manera, yo para ser más dueño de mí y tú para colocarte más corazas encima al punto de ya no poder respirar bien y necesitar inhalador.
El siguiente post no es para jugar al psicólogo (espero que ya no estés yendo al tuyo), sino para confesarte que, en alguna parte de mi corazón medicado, vives en una cápsula de criogenia. No a la espera de revivir, mas sí como parte de un museo freak de recuerdos por el cual me doy una vuelta con un álbum de fotos interactivo y algo cruel de lo mucho que nos amamos un día.
Y por supuesto que guardo los mejores recuerdos de esos días, donde te cargaba en mi espalda y corría sin rumbo fijo por la Bolívar con Sucre como el tonto más feliz de la tierra, donde secaba tus lágrimas con un beso, donde te reseteaba con un abrazo cual Nintendo al golpearlo. Todo era perfecto, todo era mágico y funcional, por tanto condenado a una muerte trágica como las grandes historias de la humanidad.
Aún guardo tu carta llena de calcomanías y tus líneas temblorosas pidiéndome a gritos volver a rescatarte de esa prisión en la que se escoge tu comida, tu ropa, tu modo de vivir y hasta a quién dirás te amo para que se vea bien en la foto.
No te podría guardar rencor alguno, pues no utilizo mi memoria ram para ese tipo de sentimientos, más sí tengo de ti los mejores recuerdos en una caja de zapatos: funciones de teatro a la luz de la luna en el cementerio Presbítero Maestro: tu cabeza en mi hombro, tus brazos alrededor en mi cuello por esas calles de Pueblo Libre que ahora ya no siento mías, mis diez a once rounds con el vigor del mejor actor porno del planeta, nuestros helados itinerantes, tu regalo de cumpleaños con firma muerta, tu cruz de confirma oxidándose sola en la caja de regalos que no tiraré jamás al mar y, por supuesto, nuestros te amo con Regina Spektor de fondo y esa versión de Fidelity que no pienso volver a escuchar en mi vida porque me paraliza todavía como secuela inconscientemente o efecto colateral.
Aún regresas en mis sueños y, aunque hoy es otra persona quien los vela, tal vez la correcta como resultado del ensayo-error impredecible que llamamos amar, siempre serás parte de mí para envidia de todas mis exparejas, hoy obesas o muertas (o ambas) por razones que no vienen al caso en este post. Y es que ese tatuaje no se borra, el tatuaje del primer "te amo" dicho de verdad.
Siempre rechacé todo reencuentro de promo, no sólo por alergia a las etapas quemadas y ver a mis amigos envejecidos prematuramente, sino porque no considero que alguien pueda extrañarme en ese tipo de reuniones: nunca jugué fútbol, nunca consumí drogas en el baño, nunca supe que era una resaca, digamos que nunca me importó encajar en el molde cojudo del estereotipo de la época. Sin embargo, el tiempo me demostraría que nací en tu época y que el nexo emocional entre tu generación y la mía, apenas distinta por dos años, se activaría por sí solo en un retiro espiritual donde pude tocar tu corazón y el de tu querida promoción, a la que recuerdo con amor aunque la mitad esté, literalmente, en prisión.
Y es cierto, fui yo quien pidió que te vayas y no me arrepiento. Aunque fue la decisión más difícil de mi vida, no estaba dispuesto a vivir tu mentira, tu amor debajo de la mesa, tus reglas idiotas resignándote a la mediocridad sentimental e impuestas por quien buscaba complacer a las visitas en lugar de tu felicidad.
Aún así, amor mío, gracias por tanto, gracias por esa sonrisa con brackets, gracias por confiar en mi equilibrio cuando te llevaba en bicicleta, gracias por inspirar las tres primeras temporadas de este blog, gracias por amarme al punto de saltar del tren tomándome la mano, gracias por hacerme el hombre más feliz de la tierra y, donde quiera que estés (como si no lo supiera), espero seas feliz y quien ocupe mi lugar sepa hacer bien el trabajo (o al menos sepa cocinar). Hasta pronto, en esta vida o la otra.
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No eres tú, son ellos.