domingo, 20 de mayo de 2012

Not gonna get us





Cambio de planes: he venido por ti. Nos vamos esta misma noche y sin rumbo fijo, no es que lo hayamos necesitado antes y mucho menos ahora. Empaca tus discos, tu bufanda, una casaca y la muñequera que te regalé, no creo que te haga falta nada más.


Huyamos de madrugada, robaremos ese camión que tanto te gustaba ver pasar cerca del hangar. Dejemos atrás tanta media tinta, tanta gente con doble cara y media alma, tantas promesas muertas y en avanzado estado de descomposición que yacen amontonadas bajo tu cama.


Yo manejaré, tu relájate y disfruta del paisaje aunque solo podamos ver montañas y nieve. El frío corta nuestra respiración, pero nuestras almas satisfechas y la adrenalina mantienen el cuerpo caliente. Es esa mágica sensación de dejarlo todo por aquello que realmente quieres en ese momento irrepetible y carente de razón, pero correcto al fin y al cabo. 


Una pequeña moto nos viene siguiendo, creo saber quién es. Podías esperarlo todo, que rompiera cualquier trato o regla, menos que decidiera irme para siempre. El silencio era fácil de llevar mientras siguiera cerca, pero no conmigo fuera de tu tablero de juego, jaque mate.


Freno en seco porque mi otra mitad acaba de detenerse delante del camión. Tú, con rostro de aburrimiento y tu cabeza recostada en mi hombro, me preguntas qué haremos con el pasado motorizado que aguarda frente a nosotros con sus labios temblando y sus gafas rotas. Su mirada fija en mí me dice que tenemos que hablar, que aún no se ha terminado. Yo estoy seguro de que sí.


Piso el acelerador y siento un extraño impulso que me impide detenerme. Manejo decidido, aunque no pareces tener intención de quitarte del camino. El placer estalla en mi interior cuando siento la lata doblándose y crujiendo bajo mis 16 ruedas. Un revoltijo de fierros y rojo justicia se va quedando atrás. ¿Radical?, sí. ¿Necesario?, más aún.


No nos extrañarán al notar nuestra ausencia, por eso manejo despacio. No habrán más preguntas, no más mensajes de texto en código, no más palabras al revés, no más café sin azúcar, no más música lenta, no más bozal a nuestro instinto animal.


Me besas y me preguntas si regresaremos algún día. Te miro sin decir nada y, luego de un silencio al propósito, te pregunto si conoces canciones de carretera. 



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