A Gizmo, por aferrarse a la vida
Los muertos no hablan, no entablan contacto con los vivos y menos piden perdón. Cuando empecé a escribir las primeras líneas de este post, las arcadas continuaban como secuela de esa última conversación. Como me encantaría que dicha sensación fuese una figura literaria ingeniosa o una metáfora sonsa.
Como señalaba líneas arriba, los seres que partieron primero viven solo en nuestra memoria, es ahí donde está su eternidad. Al ser nosotros tan precarios, ingratos y proclives al olvido, su vida eterna no está tan asegurada como dice tu Biblia.
Has escogido un modo oportuno para decirme lo que sientes. Has llegado a mitad de mi fase REM con la misma incapacidad de sostener la mirada, la desfachatez forzada y esa expresión intranquila que no olvidaré aunque quisiera.
Nuestra conversación es breve: te pregunto por qué tanto daño, solo atinas a decirme que no sabías cómo frenarte. Sin preocupación alguna por sonar bien, exijo saber a cuántas personas decepcionaste en vida; la cifra es clarísima y retumba en mi cabeza: 82.
El lugar para este reencuentro macabro es todo menos lógico: una extraña cámara de vapor apagada, como si de un desagüe se tratara. No hay puertas ni ventanas, solo algo de oxígeno y humedad para respirar, como si en esta dimensión fuese necesidad.
El morbo puede más que muchas otras emociones, por ello pregunto el por qué de tu partida a cuenta propia. Me hablas de culpa y comparas el remordimiento con una rueda dentada que corta el interior de las personas al girar. "Imagina muchas de esas ruedas girando a la vez, muchas, muchas", repites.
Algo no me permite quedarme más tiempo (tal vez el hecho de que aún estoy vivo), me pongo de pie y solo atino a preguntarte si eres feliz en el lugar en el que ahora estas. Tu "no" es tenue, dolido, pesado, quizás la única palabra sincera dicha en tu vida.
Mientras abandono el lugar, puedo observar con horror la última escena en apenas unos segundos: un montón de pequeños insectos metálicos te devoran en silencio hasta desaparecer por completo. Luego de cumplir su cometido, los surreales bichos mueren y son arrastrados por el agua a un drenaje con rejillas.
Viéndome solo y sin mayor motivo para seguir aquí, es hora de que vuelva a lo que parece normal.