"Donde hay luz también existe la sombra.
¿Dejaré de amar la luz porque produce sombras?"
- Heinrich Lübke -
Y entonces las musas se esconden, se burlan de mí, mimetizándose con la incoherencia y la ausencia de ideas. La inspiración me abandona y mi cerebro se vuelve una nuez vacía, incapaz de formular una oración ingeniosa o alguna línea cachacienta que te defina por excelencia.
Ni el amor de los míos (y los tuyos), ni el desamor, ni el desayuno, ni tus gemidos, ni tu adiós. Nada despierta, nada motiva a escribir ni a decir lo mucho que te amo o las ganas que tengo de verte en un frasco de formol.
Me deshice de tus fotos, quemé las cartas muertas de gente cuyo recuerdo se descompone en mi mente. La putrefacción de nuestros vínculos emocionales apesta, por ello me liberé de 1500 misivas aprox, de múltiples colores y sobres dentro de dos bolsas negras de basura parecidas a las que usa la morgue para trasladar cadáveres. Precisamente, lo que ustedes son para mí, no porque algo haya cambiado la buena fe que les tengo, solo que el tiempo nos grita que hay lealtades con fecha de vencimiento y en oferta.
En una pequeña caja de zapatos yacen ustedes seis, los de siempre, los incondicionales, los que resisten al tiempo y al espacio abrazados a mí sin soltarse jamás. Sangre no nos une, sino algo más poderoso. Lo nuestro no tiene comienzo ni fin, como un círculo perfecto, infinito y blindado contra la monotonía, rupturas, confusiones, egos, orgullos y otras balas de grueso calibre.
Es hora de un breve descanso, de echarme a ver el cielo gris en medio del mar, sobre aquella piedra en la que me convertí en tu primer hombre. Desnudos y al borde de la hipotermia, pero con las almas en llamas.
Todo terminó, la primera batalla más dura de mi vida tuvo muertos y heridos en su haber, más voluntarios que involuntarios. By the way, sigo de pie resistiendo olas como esta roca que, indiferente, me deja acurrucarme sobre ella, como tú cuando vivías.
Después de mi cuarto velorio y mi último show con la sagrada familia, es hora de abordar un avión que me saque de aquí, lejos de promesas rotas, silencios incómodos, amores kami kaze y flashbacks que no vienen al caso.
Pasajeros con destino al nirvana indoloro, favor de abordar por la puerta ocho. Disfruten nuestro exclusivo snack a bordo: bombones suizos rellenos de anestecia y envueltos en brillante chocolatina. Abróchense los cinturones que, con suerte, no habrá retorno.
Hasta pronto, es el título del próximo post y de la carta que termino de firmar ahora mismo. No eres yo, soy tú.