lunes, 6 de junio de 2011

Carlín y su adicción al Panamericano

Algunas canciones pueden ocasionar serios transtornos en nuestras mentes, sino preguntémosle al señor Carlos Carlín, cuya adicción al Pa Panamericano me hizo perder los estribos en una entrevista en Peru.com. Freakie por donde lo vean....

Volverte a ver

Dedicado a todos aquellos que extrañamos con todas nuestras fuerzas a alguien que partió llevándose un pedazo de nuestras almas consigo. Para quienes recuperaron, para quienes no. 



El lugar de nuestra cita es aquella heladería en la que alguna vez compartimos una Copa Bahía mientras tu exagerabas sobre mi sobrepeso y yo te hincaba las mejillas con el tenedor.

Mi corazón se acelera porque no fue cierto aquel adiós que creí definitivo. Al verte aparecer, mi cerebro estalla mientras mis manos se aferran a la silla: eres tú, 4 años después, casi igual a la última vez que nos vimos.

He pedido una botella con agua y un muffin, tal vez para hacerte creer que mis insanos hábitos alimenticios han cambiado en algo al menos. Sin decir nada, ya estás frente a mí.

Usualmente daría el primer paso, pero un poderoso silencio se ha apoderado de la atmósfera. Intento abrir la boca para decirte hola, tú te esfuerzas para no llorar y el simple saludo nos sale en coro y al unísono.

Antes de que pueda lanzar la más estúpida de las preguntas (¿Cómo has estado?), mi polo ya está humedecido por tus lágrimas mientras me abrazas como quien no ha visto a alguien en decenas de años. En este caso, tres años nos han pesado más que cientos.

Caminando por las calles que fueron testigo de nuestra historia supuestamente cerrada, hablamos de nuestros proyectos actuales mientras te seco las lágrimas. Siempre fuiste más frágil, pero esa teoría se contradice si nos ponemos a pensar el calvario que soportamos sin vernos y hablarnos por años.

Ya en mi casa, nos hacemos la pregunta del millón de dólares...¿Y ahora?, no hemos querido responder y el primer beso, sí, el primero, rompe el más incómodo de los silencios.

 Sin despegarnos, nos hemos despojado de la incómoda ropa, del tiempo que se nos fue, de la gente que se empeñó en separarnos, de las palabras dichas por la herida y de la puta formalidad. Siempre estuve en tu mente, ahora estoy en tu cuerpo.

Tres horas después, miramos al techo desde el suelo y nos reímos sin poderlo creer: volví, volviste. Hemos decidido saltar una vez más, sin saber en dónde caeremos. Es como cuando te lanzas de un tren en movimiento y tu corazón parece salirse por lo rápido que late. Así debe sentirse, así nos sentimos ahora.

Quiero decir algo más, pero ya es tarde: otro furioso beso tuyo me ha callado la boca, presumo que por otras dos horas.


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