La casa de mi ex es una mansión de retiro idéntica a mi hogar de Magdalena: Tres pisos, cuartos con tragaluz, puertas aún sin abrir y azotea sombría.
Este tétrico lugar abre solo en verano, para noches de playa en las que la gente no entiende lo que ocurre, mas solo se ciñen a las actividades propias del retiro espiritual.
Dos Rottweilers vigilan las puertas de la casa que se mantienen cerradas dándole cara al mar. En sus habitaciones, amplias y con camarotes, duerme tu ex, su ex, mi mejor amigo y también sus ex.
Nadie besa con total convicción ni seguridad en la casa de mi ex, pues el iniciar un romance es el mayor delito. Puesto que tus ex son mis ex, nadie sabe a ciencia cierta si está empezando una relación o retomándola.
La casa de mi ex no conoce el día, acaso la madrugada, desde donde veo un intento de amanecer que no llega jamás, porque el tiempo se ha suspendido en un viernes por la noche eterno.
Hace frío en este paraíso surrealista, pero nadie se abriga para evitar la muerte por hipotermia. Por unanimidad, preferimos la ropa cómoda y las sandalias, aunque nuestros labios comiencen a ponerse secos y morados por la baja temperatura que empieza a las seis de la tarde.
El amor de mi vida duerme en el mismo cuarto que mi ex, puesto que no son la misma persona. Al ser tan distantes de corazón, sus rostros no se cruzan jamás, pese a que respiran a pocos metros. Se me olvidaba decir que la oscuridad del aposento impide a las personas distinguirse entre sí, acaso escucharse cuando hay ganas.
En la casa de mi ex solo se oyen tres canciones "Eres" (Cafe Tacuba), "She will be loved" (Maroon 5) y "Let me kiss you" (Nancy Sinatra). Las tres suenan en vinilo desde las 5 de la tarde, una y otra vez. La primera es para conocerse, la segunda es para hacer el amor y la tercera es para recoger los pedazos de ego regados por el suelo. Al terminar el disco, el ciclo vuelve a empezar.
Un fuerte temblor ha sacudido el lugar, mientras el amor de mi vida me pide ir conmigo a ver de qué se trata, le recuerdo que debe seguir en cama porque ha muerto, aunque le cueste aceptar esto que le vengo diciendo desde la semana pasada.
Alguien ha quitado la música de siempre y ha puesto a Regina Spektor en la tornamesa al propósito. En consecuencia, los Rottweilers han enloquecido y han asesinado a tu ex, osea a mi ex, osea a ti. Mientras unimos fuerzas y tiramos de los brazos del cadáver para ponerlo a buen resguardo en la sala, los perros, con mandíbula decidida y ojos suplicantes, nos disputan un pedazo de pierna y yugular.
Terminado el rescate, todos nos disponemos a comer para reponer fuerzas. Para llenar el sitio vacío en la mesa, usamos alguna foto enmarcada de la víctima, a la cual le hablamos como si tuviera vida, como si alguna vez hubiese vivido de verdad.
La música de siempre ha dejado de sonar. El amor de mi vida pregunta en voz alta quién irá a arreglar el tocadisco. Respondo que vaya su ex, media concurrencia se pone de pie preguntando "'¿yo?". "No, quise decir que yo", repito mientras me pongo de pie. Sonreímos, nada ha cambiado, para nuestra tranquilidad. Corres a abrazarme y a esconderte bajo mi brazo, ya va a amanecer, en realidad no.