El siguiente post no pretende ser una historia de terror ni tampoco la señal de que estoy perdiendo la cordura, solo el testimonio vivo de alguien que jamás ha sufrido pesadillas ni ha tenido mayores inconvenientes con transtornos psicológicos de ningún tipo. Creo, sin embargo, en la existencia de una vida posterior a esta y la presencia de entidades intangibles vagando entre su mundo y el nuestro. Su propósito nos es siempre desconocido, pero estuve cerca de entenderlo la madrugada del 21 de febrero de este año. Si alguien ha compartido alguna experiencia similar, le agradeceré compartirla para entender mejor lo vivido.
"Si supiera que hoy fuera la última vez que te voy a ver dormir,
te abrazaría fuertemente y rezaría al señor para poder ser
el guardián de tu alma".
- Gabriel García Márquez -
Las tres de la mañana es para mí una hora de privación total, un nirvana interminable de sueños sin sentido que cambian de rostro y escenario de la manera más improbable y a veces desconcertantee, cual harlem shake.
Esta madrugada no parecía distinta, hasta que el subconsciente me advirtió que no estaba solo en mi habitación. Desperté violentamente y sintiéndome observado. Sea lo que fuere, había interpretado mi puerta abierta como una señal de bienvenida.
Creyendo que era cosa mía, intenté recuperar el sueño en mi posición de costado izquierdo, dándole la espalda a un 50 por ciento de mi king size.
Era esa zona vacía que parecía ya no estarla, el peso claro de un cuerpo hacía crujir a los resortes y comprobaba mis sospechas: algo estaba velando mi sueño y me hacía sentir su presencia adrede.
Intenté moverme para encarar al huésped, pero mi cuerpo y mi voz ya no respondían. Nunca sentí la muerte tan de cerca (bueno, sí). Mi boca, imposibilitada de todo movimiento, intentaba desesperadamente, por alguna razón, pronunciar dos palabras: "papá Dios".
No sabía quién me acompañaba esta noche y no quería saberlo. Mi desesperación fue en aumento cuando sentía toda esa voluntad invasora sobre mí, forzándome a salir de mi propio cuerpo, desalojándome como si le perteneciera.
"Papadiospapadiospapadiospapadiospapadiospapadiospapadiospapadios"
...
Mientras era arrancado de mí mismo sin destino alguno excepto la nada total (como dormirte dentro de tu propio sueño), la entidad, que por alguna razón, me resultaba familiar, intentaba por todos los medios apoderarse de cada músculo, despedazándome las sienes en cada esfuerzo por hacer responder a mi cuerpo en disputa.
Por dos interminables minutos, luché por mi vida con la única fuerza que el alma emplea dando dinamismo a nuestra materia: la voluntad, sumada a la adrenalina que mi organismo secretaba en ese momento. Tal vez fue esa desesperación la que me dio el primer "papá Dios" que pareció ofender a mi invitado.
Como alma que lleva el diablo (ja!), el visitante abandonó su intento colonizador y mi habitación, haciéndome sentir el cambio brusco de temperatura en la atmósfera. Mi cuerpo recuperaba movimiento y capacidad de respirar, pero mi costado derecho estaba frío, como secuela de un intento de despojarlo de su esencia inmaterial cual sticker.
Mi respiración pesada se iba normalizando, pero los escalofríos continuaban. A mis 23 años y después de 19 de no hacerlo, pedí a papá que me deje dormir a su lado.
"Vete al infierno, son las 3 de la mañana". Era la segunda invitación de ese tipo que rechazaba en la noche. Así que, en vista de que me había resistido al viaje directo, insistí explicándole mi experiencia con el mas allá (o acá).
"Has estado soñando, aquí no penan, eso pasa cuando los muertos extrañan algo y aquí nadie extraña a nadie", fue el último argumento de mi tierno papá, lo que me hizo entender que era hora de volver a la cama y enfrentarme a mi miedo recién estrenado.
No sé cuándo vuelva a recibir esta visita, pero solo sé que estaré esperando, con mi parafernalia religiosa hollywoodense (cruces, Biblias y santitos de rictus de amargura), para no dejársela tan fácil. Amén.