lunes, 15 de febrero de 2016

Estúpido enamorado



"Si el amor llama a tu puerta 
que la encuentre siempre abierta 
que mañana es otro día y Dios dirá"

- Julio Iglesias - 

Nuestra soltería incierta nos llevó a la discoteca de siempre con mi Doctor Psiquiatra y una tercera persona intentando salir conmigo (al menos esa era su intención al reventarme el WhatsApp con sus invitaciones amables, tips de jardinería, bricolaje, manualidades y secretos de la abuelita que me hacían sentir que esto podría ser un romance tradicional que me causaría alergia y acaso intoxicación).

Siempre hemos disfrutado de esta disco por sus dos pistas de baile tan distintas entre sí, con la misma fauna bailando a diferentes ritmos. Una dama más pretenciosa que otra, hombres con ganas de ser mujeres y mujeres más rudas que cualquier hombre, nada hacía presagiar que esa noche sería distinta, nada me avisó que ese Cupido del demonio estaba apuntando su flecha directo hacia mí entre botellas de agua, electrónica y luces psicodélicas.

Tu biotipo era muy distinto al del común de persona que llamaba mi atención y debo admitir que el físico era opacado por tu forma de bailar, salido de una película hindú mezclado con Burlesque y una que otra sustancia ilegal encima. Es ese mismo estilo frenético el que te trajo más de un prejuicio en casa, pero eso será materia de otro post.

Ahora solo importabas tú y la pista de baile, donde todos se tornaban sepia retro mientras tu brillabas sin buscarlo en medio de solteronas de cacería, mis exparejas ebrias, sus amigas en decadencia, tus amigas en decadencia, chiquiviejos y lesbianas emulando a Justin Bieber.

En reportes posteriores a nuestra primera cita, me revelarías que tus amigas te molestaban conmigo con justa razón y ya me habían leído la mente: nada me importaba sino mirarte y sacarte a bailar.

Al inicio, cual versión criolla de Grease con bajo presupuesto, mis amigos insistieron en que te retara a un duelo de baile, a lo que respondía en mi defensa y nerviosismo que esta era la vida real, no la película Step Up!

La noche pasaba mientras solo buscaba coincidir contigo, aunque en ese momento evitaras mi mirada con tu expresión mezcla de ironía con "soy la reina del pop". Mientras yo esperaba la canción indicada para subirme a ese pequeño escenario que me uniría a ti para siempre, mi intento de cita daba gritos de auxilio robándome besos ocasionales y forzando un ritmo improvisado a falta de capacidad para coordinar su corazón, su ego, sus nervios, sus movimientos y sus palabras.

La canción del mal llegó para tomar posesión de mí, dejando abajo a mi acompañante en picada hacia la friendzone y a mi Doctor Psiquiatra para aplicarle el desfibrilador a 200 en caso de un paro cardíaco.

Ya arriba, a ritmo de una canción irreproducible y con algunas mujeres mayores mirándome como se mira a un cuarto de pollo a la brasa, decidí olvidarme por un momento de la tensión que me causaba el no saber si conseguiría hablarte. De repente, a mi lado, alguien había subido para retarme. Tu mirada fija en mí me anunciaban claramente que, como diría Daddy Yankee, "bailando lo de nosotros vamo' a resolverlo".

Para ese entonces, el DJ se había hecho nuestro cómplice, convirtiendo progresivamente un duelo de baile en un Tango del Pecado con Calle 13 de fondo. Mis mejores pasos apenas podían competir con los tuyos, pero era igual de competitivo que tú y no pensaba dar mi brazo a torcer, al menos todo excepto mi brazo.

En un torpe intento de cortejo, admití tu obvia superioridad en el baile, tal vez para inflar te el ego, tal vez para darme valor. Lo demás llego solo cuando tomaste mi mano al final de esta batalla sin ganador, era hora de intercambiar números de teléfono y no solo pasos desafiantes.

Mientras esperaba tu regreso, Doctor Psiquiatra no terminaba de reírse de mí, mientras que mi cita fallida lanzaba su último dardo de sarcasmo: "por qué no vas tu también, no sea que se vaya y no se vean más". Olvidó, para su mala suerte, que no hay ironía que me intimide y su consejo burlón se convirtió en un boomerang volviendo directo a su cabeza.

Tu rival prefería hacer que nada sucedió y sentía que no podía andar con alguien como yo, poniendo de pobre excusa que mi personalidad fuerte podría anular la suya. "Tú no tienes que escoger si andar conmigo o no, de hecho tú no tienes nada que escoger, yo decido quién me merece. Si inicias una batalla pensando que vas a perder, si esa es tu forma de vivir, entonces no subas a mi ring, ni a este ni a ninguno, el amor no es para gente derrotista, corazón". Knock out, princesa sin castillo, pero alguien tenía que decírtelo. 

Volviendo a nosotros, a veces, el miedo puede paralizarte o darte el impulso necesario para hacer lo que no harías en circunstancias normales. Me valió tres pepinos tus amigas, el qué dirán y la carrera de obstáculos hacia el guarda ropa, donde recogías tus cosas sin prisa. Crucé ese mar de gente sola y ebria para tomar tu cara y besarte con la fuerza de nuestra última canción, la misma que decidí dedicarte para que tu corazón también latiera a mi ritmo.

Sin dar crédito a lo que pasaba y ante los gritos eufóricos de tus amigas telenoveleras, solo atinaste a no dejarme ir y devolverme el beso sellando el primer capítulo de esta historia que apenas empieza.

Han pasado algunas semanas de aquella Danza Kuduro, las bromas cómplices, el humor negro y el bullying cruel se convirtieron en "te quiero" y los "te quiero" comenzaron a tomar forma de "te amo", una oferta sin descuento ni reembolso que tardará en llegar, pero que has demostrado merecer más que cualquier otra persona. Como escribí alguna vez en el Twitter, cualquiera se quita la ropa, pero no cualquiera desnuda el alma un viernes por la noche.

Estoy seguro de que este post, que concluye conmigo estúpido y enamorado de ti, se demorará en mostrar efectos colaterales o en tomar forma, no sólo porque hemos decidido ir lento para pulir tus defectos de fábrica y mi temperamento inflamable (que me ha valido tu dulce piropo de "genocida verbal"), sino porque las buenas canciones suenan una y otra vez en las pistas de baile mientras el cuerpo tenga ganas de seguir en movimiento y los corazones tengan sangre para bombear al compás de nuestra canción.

Me enorgullece admitir que soy frontal para todo, no sólo para cerrar capítulos en mi vida, sino también para iniciarlos con tinta indeleble. Mientras terminamos de escribir este post, los dejo con la siguiente canción prometiendo que esta historia continuará. Suéltala, DJ, buenas noches.



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