Hola, Papá:
Sé que se te puede hacer raro que te escriba una carta, tomando en cuenta que no es el cumpleaños de nadie ni el día de nada y no...no es para pedirte que me prestes diez centavos jajajaja
Escribo estas líneas después de despertar de un largo sueño en el que volvía a nuestros días raros en la casa de Magdalena, en él tú me comprabas un paquete de galletas Cream Cracker como las que nos acompañaban en nuestras cenas con Daría. Mientras guardabas el paquete en tu bolsa, me decías que era por haber salido invicto en el colegio y que aquí en el mercado se compraba a cincuenta centavos el paquete, como ya casi no se encuentra en ninguna parte.
Te amo, papá, sé que no te lo repito mucho porque te resulta insoportable escucharlo, pero es así y hoy quiero agradecerte por tus jugos, tus panes de higo, por enseñarme a preparar quaker (aunque no sepa la dosis de canela y nunca me salga tan bien como a ti), por ser mi padre, por darme tu bendición cada mañana antes de empezar mi día algo más tarde que temprano.
Hoy por hoy, en estos días de tranquilidad, en medio de la isla en la que vivimos, me toca darle gracias a Dios por permitirme verte sonreír, escuchar tus consejos y que me digas "yayayaya suéltame" cada vez que te abrazo para irme al canal.
Aquella noche en Machu Picchu pueblo, antes de subir a las ruinas y tomándome un trago con Alex, él me decía que debía estar feliz por haber hecho realidad el sueño de subirnos a todos a un avión y traernos hasta aquí y que esperaba algún día viajar con su hijo (ya adulto para entonces) del mismo modo que yo viajaba contigo ahora. Yo, desde el balcón de aquel barcito rústico, miraba el cuarto donde dormías desde el otro lado del puente y, sin responderle nada a mi hermano talibán, solo atinaba a pensar que, en el fondo de mí, espero ser suficiente hijo para lo inmenso y grande que eres tú. Cien líneas no me alcanzarían para devolverte tanto, cien cartas o cien viajes tampoco.
No te aburro más, el tiempo se va rápido y ha decidido que lo disfrutemos juntos, lejos de la gente que no nos supo valorar y que jamás volvió para darte las gracias que merecías, pero aquí estoy yo para decirte "papá, mi papá" y para darte todo lo que económicamente esté en mis posibilidades, aunque repito que eso nunca será suficiente para todo lo que eres.
Quisiera poder detener el reloj y quedarnos abrazados como cuando volvías muy tarde de trabajar en la farmacia para pagar mi colegio. En ese momento, tu llegada a la casa era mi única alegría y tus chocolates Toblerone eran escondidos para cuando me portara bien. En ese momento nada más importaba sino tu abrazo y que me dijeras "papito" antes de irme a dormir.
Termino estas líneas diciéndote gracias por ser más padre que cualquiera, por ser mi padre, por estar a mi lado aunque a veces no merezca la décima parte de todo lo que haces por mí. Ahora entras por esa puerta a preguntar qué estoy haciendo, si estoy escribiendo mi vida, pues sí...tú eres mi vida.
Te ama: Alvaro
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No eres tú, son ellos.