"And I’m haunted
By the lives that I have loved
And actions I have hated
I’m haunted
By the promises I’ve made
And others I have broken
I’m haunted".
- Poe -
La Toyota Hilux SR5 avanza despacio rompiendo la oscuridad de la carretera. En este tramo del camino a la casa frente al mar la iluminación es casi nula y solo los residentes sabemos cómo llegar. Mi hermano menor maneja despacio, con las manos fijas en el timón, la mirada hacia el frente y sin hablar, no le gusta para nada mi decisión de venir ir a es lugar, como tampoco le tranquiliza la idea de otra persona utilizando mi celular para que todos crean que sigo en Lima.
- Detente. Aquí es.
- Estamos en medio de la nada...¿Cómo te puedes acordar?
- Solo me acuerdo, de aquí en adelante sigo solo.
- Estás loco, no sé ni siquiera por qué acepté traerte hasta aquí.
Mi hermano me mira con una mezcla de terror con desconcierto.
- ¿Vas a estar bien?
- Tranquilo, serán solo dos horas y en la maletera hay suficiente comida para diez personas.
Me bajo de la camioneta y avanzo con las luces iluminándome la espalda. Más adelante espera el silencio y la casa frente al mar, donde el tiempo-espacio se detienen. Mientras avanzo, crece esa sensación de estar siendo osbervado desde la oscuridad.
La bajada a esta propiedad en medio del olvido consta de 2200 escalones en piedra y arena, sin barandas ni seguridad alguna. Un mal paso es suficiente para irse al precipicio, sufrir una muerte instantánea y que nadie encuentre tu cuerpo mañana, pasado mañana o nunca.
A media hora de camino, mi hermano se termina su segunda bolsa de snacks con la ansiedad de un adicto al tabaco en rehabilitación y con poca fuerza de voluntad.
Mientras la brisa marina se mete por mis pulmones amenazando con reventarlos, intento encender la linterna. Nada. Todo intento de hacer luz nunca ha funcionado en la casa frente al mar. Me pongo mis audífonos, dejo sonar "Numb" de Andy Stott y comienzo el descenso al límite entre los vivos y los muertos.
Al pisar el último escalón, mis pies se hunden bajo la arena húmeda. Al ser luna llena, la marea sube y hace intransitable el tramo final hasta la casa. Deslizo mis dedos dentro mi bolsillo derecho, donde aguarda esa única llave que jamás se oxida. A unos cuantos metros, sin mayor presentación, aguarda la casa frente al mar. Las instrucciones son claras: Al abrir la puerta, debes esperar las 3:33 AM y no decir palabra alguna hasta que él te haya hablado primero.
Tomo aire y cruzo el colchón de arena húmeda que devora mis zapatillas a los pocos pasos. Meto la llave en la cerradura oxidada. Nada. Un poco de fuerza con mañana y el mecanismo interno cede, estoy dentro.
3:20 AM - La casa frente al mar luce exactamente como la dejé en mi última visita: Algunos cuadros de sus anteriores habitantes, un solo sillón envuelto en una vieja manta para protegerlo de la humedad y ventanas tapadas con papel adhesivo. A un lado, la escalera a la azotea que nunca se terminó de construir.
3:25 AM - Intento encender el inservible interruptor de luz de la sala de estar, que se burla de mí al lado de un cuadro sin foto. Sintiéndome el imbécil del año, quito la manta del sillón y me siento a esperar la hora pactada.
3:32 AM - La claustrofobia moderada, que siempre me ha caracterizado, se apodera de mí. Decido subir la escalera a esa azotea incompleta en donde podré tener algo más de luz y la vista total del mar. Me he quitado los audífonos para disfrutar de una mejor banda sonora: el vaivén de las olas.
3:33 AM - Respiro hondo sin atreverme a decir nada y me quedo viendo al mar. Así da la hora indicada y he cumplido mi parte del trato. Detrás de mí, una voz corta el silencio sin pasos ni ruidos previos:
- ¿Ahora tienes tatuajes en los brazos? Como has crecido, Alvaro.
- Viniste.
- No recibo muchas visitas...¿sabes? Me alegró saber que venías.
El pánico se apodera de mí. Sé que no debo girarme, pero mi curiosidad es más fuerte. Quienes han venido antes que yo son sumamente enfáticos en esto: Voltea solo si él te permite hacerlo, luego mantén la calma cuando se vean a los ojos.
- Quería venir, necesitaba venir, por favor permíteme girar y hablarte de frente.
- Que jamás se diga que soy un mal anfitrión, puedes girar ahora.
Supongo que las personas que sufren un paro cardíaco sienten algo muy parecido a lo que me tocó sentir en ese momento. Su rostro, su cabello, su cara sonriente y sus manos abiertas esperando un abrazo terminan de volver el cuadro más tétrico aún.
"Hasta ahora he encontrado dos de mis doppelgängers y le ayudo a otros a encontrar los suyos", le cuenta Niamh Geaney a la BBC. Sus palabras retumban en mi cabeza. "Recuerda que tomará tu misma forma física, mantén la calma y todo saldrá bien", me dice por inbox de Facebook tres días antes de mi visita a la casa frente al mar.
- ¿Me das un abrazo?
No recuerdo haber preguntado si podría tocarlo o acercarme siquiera. Parado frente a mí, con mi mismo aspecto, voz y expresión irónica, mantiene las manos abiertas esperando el gesto de cortesía.
- ¿Si te toco me evaporaré o me desintegraré como los Avengers cuando mueren?
Su risa retumba en toda la azotea con un eco que me asusta más.
- No. No funciona así. Ahora confía en mí que por algo has venido hasta aquí. Venga, un abrazo.
Me acerco con el estómago helado y devuelvo el abrazo. La sensación es lo más parecido a que te sumerjan en una tina de agua con hielo. Dejo de hacerme preguntas y aprieto su torso bajo cero.
- ¿Ya ves? No te moriste ni nada por el estilo. Ahora caminemos un poco y deja de mirarme como si estuvieras viendo al diablo.
Luego de algunos minutos recorriendo la orilla frente a la casa, mi doppelgänger vuelve a romper el hielo.
- Tú y yo sabemos por qué estás aquí. No pienso cruzar a tu mundo, no me interesa y no puedes convencerme. Tu batalla final es tuya, tienes que arreglártelas solo y de hecho lo harás muy bien sin mí.
- Necesitaba detenerme antes de seguir adelante, parar un segundo y recordar por qué hago todo esto.
- Tú eres la suma de tus miedos, aciertos y errores antes que tú, has absorbido lo suficiente para terminar con todo tú solo. Recuerda que aunque tenga tu misma forma, no soy tú y no tengo interés en intervenir en el mundo de ustedes los vivos, no necesitas de mí.
- No he venido a pedirte eso, pero al menos necesitaba venir un momento a tu mundo, han pasado 24 años y esto es lo más cercano a un reseteo mental.
Mi doppelgänger se ríe ruidosamente, como burlándose, girando la cabeza de lado como quién le explica física nuclear a un simio.
- ¿No prefieres el placebo, barbitúricos, alcohol o alguna droga de esas de diseño? Te aseguro que son más efectivas que yo.
Y es así como te recordaba, como en nuestro último encuentro a mis seis años de edad: Siempre más sabio que yo, siempre riéndote de mí, siempre con la seguridad de quien sabe algo que yo no. Cuando corrí hasta mamá a contarle que te había conocido, de pronto no estabas más.
Cuando inicié mi investigación sobre como contactar a mi doppelgänger, fue una de las primeras advertencias: "Recuerda que él no es tú, su aspecto es exactamente el tuyo, pero sus personalidades pueden ser diametralmente distintas e incluso puede llegar a ser hostil. Nunca sabes lo que te vas a encontrar en ese espejo entre la vida y la muerte. Si soportas el shock, pues adelante".
- De verdad gracias por recibirme. Cada segundo aquí es como si me inyectaran morfina.
- Sí, pero te recuerdo que no perteneces aquí, podremos caminar y podrás preguntarme lo que quieras, pero tendrás que volver a tu mundito de mierda en una hora aproximadamente.
- ¿Cómo termina mi pelea final?
- Siempre has sido inteligente para no pelear si acaso no pudieras ganar. Hasta en tu ridículo intento de practicar Muay Thai sabías que solo podías salir del ring ganando.
- ¿Y el precio?
- Eso es otra cosa. Tu batalla es contra la esencia que te creó, aunque tú seas una versión mejorada. No vas a salir completo de ahí, eso si debes tenerlo claro.
- Creo que no tengo más preguntas.
Guardo silencio y desvío la mirada para volver a contemplar el mar iluminado por la luna: toda una postal de Pinterest. Mi doppelgänger me mira sonriendo.
- A veces es mejor no saber cómo termina el libro, la película o como diablos quieras llamarlo.
- Me gustan los libros y el cine por igual.
- A los dos siempre nos ha gustado el cine de terror, Alvaro, sino mira dónde vivo.
Nos reímos ambos y nos quedamos viendo al mar. Mi doppelgänger sabe que es hora de que me vaya.
- Te prometo que nos volveremos a ver muy pronto. A mí también me hace bien verte y recibir visitas. Ya ves que no hay primera sin segunda.
- ¿Por qué siento esa sensación de alivio cuando estoy aquí?
- Tu cuerpo entero emite electricidad, tiene una carga eléctrica exactamente opuesta a la mía. No lo sientes, pero hay una descarga progresiva cuando estamos cerca. Si hay mínimo contacto físico como en el saludo de hace un rato, las cargas se anulan. Me sucede exactamente lo mismo, así funciona. Es como una foto tuya, pero en negativo.
- ¿Y cuál de los dos es el negativo? - Pregunto en tono sarcástico.
Doppelgänger cambia de cara y finge estar escandalosamente ofendido por la pregunta.
- Yo soy la foto y tú el negativo; más respeto, imbécil.
Nos volvemos a reír.
- Ahora ve tranquilo, Alvaro. Conociendo a tu hermano, debe haberse terminado las dos toneladas de comida chatarra que dejaste en la maletera.
- Siempre lo sabes todo...¿verdad?
- Sí, ahora vete. Recuerda que debes devolverme a la casa y no debes ver atrás cuando hayas cerrado la puerta.
Acompaño a mi doppelgänger de vuelta al interior de la casa frente al mar, siempre húmeda, siempre abandonada, siempre con el aspecto de ser tan inmensa por dentro y tan pequeña por fuera.
- Hasta pronto.
- Cierra con llave y déjame aquí dentro, ya sabes cómo funciona.
Mi doble etéreo (si así se le puede llamar) toma mis audífonos y los coloca en mis orejas: "Haunted" de Poe suena en el reproductor. Me dispongo a cerrar la puerta mientras su rostro se pierde en la oscuridad con una última mirada de nostalgia. Es hora de emprender el viaje de regreso a donde pertenezco, al menos de momento.
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No eres tú, son ellos.