jueves, 9 de junio de 2016

Punto y coma (1ra Parte)


El primer viaje del año me conduce a un avión sin tiempo de pensar demasiado, sin darme chance de hacer maletas por completo ni asimilar las últimas 48 horas tan caóticas como confusas.

Mi 'doctor psiquiatra' (sí, el de la canción) me abraza sin mirar al resto directo a los ojos, tal vez para sobreponerse del shock, tal vez para no hacer evidente que estamos partidos en dos, pero a la vez porque debemos volver a unir los pedazos con algún pegamento improvisado en tiempo récord.

Mi cabeza sigue dando vueltas mientras escribo estas líneas en un avión rumbo a Sao Paulo. Recibo el abrazo y me aferro para no deshacerme otra vez. No me avergüenza admitir que soy tan imperfecto como cualquier otro ser humano, pero es mi entera decisión con quien compartir esta nueva prueba juntos. Hoy yo seré su psiquiatra, doctor, déjeme tomar su puesto y siéntese.

Nunca nadie entenderá lo importante que fuiste para mí. Aunque los últimos meses haya luchado por mantenerme respirando y con vida lejos de ti y de todos, nadie me quita el hecho de que tú eres y serás siempre parte de ella, como un tatuaje que se lleva en la piel, como un pedazo de ti que se va dejándote indefenso, pequeño, aturdido y consciente de que aún tengo demasiado por aprender.

Quise planear el mejor viaje para todos y no sé cuánto tiempo más podré disimular que no será igual ahora que no estarás más, que no compartiremos videos de JB noticias ni te haré ahogarte de la risa con todas mis tonterías, todo eso acabó de un momento a otro sin que pudiera decirte gracias por quererme incluso más que a ti mismo. Siempre te dije que no se podía vivir poniendo al mundo antes que a ti, hoy el mundo te lo agradece de algún modo peleando contigo hasta el último, no sé el resultado de esta batalla, me aterra de solo pensarlo.

Las luces del avión se apagan y mis ojos vuelven a hacerse pesados, respondo algunas bromas de mis dos mejores amigos dejando que su risas se lleven lo último que me queda de fuerzas.

Gracias por salvarme de tragedias de aeropuerto, por sonreírme hasta cuando no lo merecía, por convertirme  en el amor de tu vida aunque yo aún no encuentre el mío, por darme tu amistad a prueba de balas y una lealtad que ya quisieran muchos tener.

No termino de entender por qué las películas, como la vida misma, tienen finales repentinos para gente que no lo merece. Muchos podrán hablar sintiendo que te conocían o escribir discursos enteros con frases baratas que los hagan sentirse bien consigo mismos, pero pocos conocimos tu corazón, ese que se queda con nosotros para enseñarnos algo de humildad y amor más allá de egoísmos u orgullos idiotas.

Y aunque nunca terminé de conocerte ni entender qué pasaba por tu mente los últimos meses de este corto año, nunca podré borrarme esa sonrisa Colgate de la mente, esa voz pidiendo que me quede media hora más y que me preguntaba si quería otro jugo de fresa con leche en el mercado Bolívar.

No quiero pensar en lo inevitable, no quiero aceptar la realidad y puede que no salga del shock en mucho tiempo, pero al menos me queda de consuelo miserable que tu mejor lado estuvo siempre para mí, sin horarios ni peros, sin miedo a saltar de puentes o mover montañas solo por ver felices a los que amas.

Goodbye my friend, Hello Heartache. En algún momento te encontraré por la Bolívar sonriendo sin decirme nada, saludando con un perfecto "Hola" que no necesitarás pronunciar e invitándome a comer algo por el solo gusto de engordarme y amarme a tu manera. El grande fuiste tú, nos dejas pequeños, torpes y solos. No hay un final adecuado para este post, como no lo hay para tu historia ni para agradecerte por regalarnos al más noble ser humano que he conocido. 

Goodbye my friend, hello Heartache, de Avril Lavigne, vuelve a sonar en mi mp3 mientras me tomo la guaraná más amarga de mi corta vida, tan corta como la tuya, hoy a punto de apagarse para siempre en una cama clínica donde tantos otros dejaron de existir de la misma forma que tú.

En la cama de aislamiento de la habitación 501 del Hospital Municipal, abre los ojos y la luz lo inunda todo nuevamente. La oscuridad ha terminado, el doctor Raúl González corre a verificar sus signos vitales y verifica la hora del suceso. No hay lugar a dudas: ha despertado.




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No eres tú, son ellos.

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