A: Lewin, Sebas y Lüer, día tras día
miércoles, 22 de junio de 2016
Punto y coma (3ra Parte)
A: Vaca, que en caos descanse
El vuelo TAM 920 procedente de Iguassu Falls aterriza en el aeropuerto Jorge Chávez de Lima, Perú, tras tres horas de ligera turbulencia. De ese mismo avión rojiblanco desciende un veinteañero con rostro de ratón algo confundido y su médico de cabecera, junto con otros cuatro amigos con más preguntas que respuestas después de una siesta incómoda y muchas ganas de abrazar a sus familias.
Doctor psiquiatra vuelve a explicarme todo de nuevo con la paciencia de su profesión. Recuerda, Alvaro, una persona jamás vuelve del coma de la misma manera, es muy probable que pasen meses antes de que hablemos de una recuperación parcial, todo depende de cada organismo. Sé que esto va a ser difícil, pero necesito que seas lo más sereno posible. Si alguna vez mantuviste la calma ante una situación, va a tener que ser esta noche.
El taxi que nos conduce al hospital Municipal va raudo, es domingo por la noche y no hay mucho tráfico, mi rostro pegado en la ventana del auto que acelera y corta el escaso aire de aquella noche calurosa de febrero. Son tantas las preguntas en mi cabeza que casi puedo sentirlas, golpeando mis sientes, chocando una contra otra y golpeándose también entre sí, por el puro placer del caos, casi como una horda turbada en pleno pogo y en el clímax de un concierto punk.
Mi hermano galeno entiende lo que sucede en mi alma, aunque no crea en su existencia, por eso no me hace más preguntas y solo atina a pedirle al taxista que abaje el volumen o le cambie porque no queremos seguir escuchando Radiomar Plus categóricamente superior. Mi lealtad y gratitud, dos sentimientos a veces tan distintos al amor, me ha traído problemas en más de una ocasión, justo como en esta historia a punto de terminarse definitivamente.
Ya en el pasillo del mismo hospital, una semana después, sé que del otro lado de la puerta ya no espera un respirador artificial, llantos ni silencios incómodos. Me espera un siniestro signo de interrogación respecto a quién volvió de ese trance incomprensible al límite de la conciencia humana, justo entre la vida y la muerte.
Celoso como un artista cubriendo su cuadro antes de develarlo, doctor psiquiatra me tira la puerta en la cara sin darme oportunidad a ver nada. Espera aquí, nutria. Confieso que esos fueron los quince minutos más largos de mi vida, mi corazón se aceleraba cada vez más y creí sentir que estallaba en pedazos al oír el click de la puerta volviéndose a abrir.
- Pasa, Aldo.
- ¿Qué carajos?, ¿Por qué me estás cambiando el...?
- Él es mi ayudante, el doctor Aldo Quintana, perdónelo si lo nota algo nervioso, pero son sus primeros días en este hospital y aún está adaptándose.
La sangre de mi cara desaparece al verte en tu cama aún con algunas agujas intravenosas, con esa sonrisa que un día quise y con esa mirada noble que podría haber sido la misma que me acompañaría al dormir y al despertar el resto de mi vida, pero que esta noche, sin saberlo, estaba contemplando por última vez.
- Hola, Aldo, mucho gusto, ¿te puedo tratar de tú?
- Emmm...ammm...sí, claro. Qué bueno que ya estés de regreso.
Nunca me había sentido tan estúpido y confundido como el momento en que dí esa respuesta: "Qué bueno que ya estés de regreso". ¿Qué se supone que le dices a alguien que amaste y que, ahora, a dos días de haber despertado del coma, tiene el cerebro tan dañado que parece no recordar aboslutamente nada? Supongo que eso o que tu libro, Luna de Plutón, es un éxito en todas las librerías...
- Bueno, Aldo, tómale el pulso y dime si todo está bien.
Doctor psiquiatra me hablaba con una frialdad y tranquilidad que me hacían dudar de que fuese completamente humano. Supongo que, como jefe de una clínica, mi partner ya está acostumbrado a situaciones iguales y peores. Me acerco tragándome todo sentimiento a tomarte el pulso sin saber cómo diablos se toma. Sujeto tu muñeca con suavidad para sentir tus pulsaciones, mientras tú me sonríes como si disfrutaras esta situación involuntariamente macabra.
- Eres muy lindo, ¿sabes?
Trago saliva sin atreverme a mirarte a los ojos.
- ¿Todo bien, Aldo?
- Si, bro. Perdón; sí, doctor.
- Listo, ahora es importante el descanso, nosotros iremos a ver otros pacientes. Ahora procura dormir y no esforzarte demasiado en pensar, en unas horas volveré a examinarte.
- ¿Aldo también vendrá?
- No, el doctor Quintana tendrá que atender una cesárea y operar esta noche.
- Está bien. Hasta pronto doctor, hasta pronto Aldo.
Salimos de la habitación mientras Doctor psiquiatra me sujetaba el brazo para que no mirara atrás. Una vez cerrada la puerta, la sonrisa en la cara de mi cómplice era casi burlona.
- ¿Qué carajos fue eso?
- Te lo dije
- ¿No recuerda nada?
- No
- ¿Por cuánto tiempo?
- Eso no lo sé; soy médico, no brujo.
- ¿Pero qué mier...?
Doctor psiquiatra sonríe sin disimular que encontraba divertido mi desconcierto.
- Te dije que algunas áreas del cerebro pueden verse comprometidas, temporal o permanentemente.
- ¿Entonces no me recuerda?
- Aplausos, Alvaro, ¿no era eso lo que querías?
Por primera vez, no tenía respuesta para doctor psiquiatra y me sentía el más grande idiota en todos los pabellones de ese hospital.
- Bien, cara de nutria, es hora de que te vayas, eres libre.
- ...
Quise dar alguna respuesta, quise tener la última palabra, pero mi hermano del alma tenía razón, ahora era libre y solo tenía que irme. Caminé hacia la salida atravesando el pasillo. Antes de irme, noté que Doctor psiquiatra no se movía de la puerta y me miraba con una mezcla de ternura y diversión, como si de una rata de laboratorio se tratara.
- Gracias por todo, hermano, buenas noches.
- Buenas noches, Dr. Aldo Quintana (risas)
- Grandísimo pendejo.
- (Más risas)
Mientras el taxi esperaba con nuestras maletas en él, las preguntas en mi cabeza no dejaban de acosarme, aunque mientras me volvía a recostar en la ventana de aquel auto negro que me trasladaba por fin a casa, alejándome de ahí, desapareciendo en la noche tan rápido como mi recuerdo lo hizo en tu cabeza y nuestra historia en tu corazón. Mi paranoia, las emociones encontradas y mi incertidumbre, iban disipándose lentamente y desvaneciéndose, como si de un sueño se tratara.
Como dije, veces la realidad puede superar a la ficción, esa ficción donde me convierto en ayudante de médico, esa donde sé tomar el pulso a la gente y atender a alguien que volvió del coma, esa en donde soy el doctor Quintana, esa en donde alguna vez te amé y me amaste, esa en donde fuimos felices para siempre.
jueves, 16 de junio de 2016
Punto y coma (2da Parte)
Más confundida que dueña de sí misma, tu madre pregunta qué pienso que debe hacer, yo le respondo que rendirse y desconectarte no es una opción, que ni siquiera lo piense y que debe escuchar a su corazón, más grande y puro que el de todos nosotros juntos.
Supongo que no es mi mejor respuesta, pues sus lentes de sol que ocultan sus ojos hinchados de tanto llorar, buscan alguna certeza en los míos. Mi coraza empieza a quebrarse y solo atino a decirle que ya hubiera querido yo que mi madre biológica tenga la milésima parte de coraje que ella y si en algún momento hubiese tenido una, me habría gustado que fuese como ella. Mis lágrimas inundan las grietas de mi escudo interno. Antes de hacer evidente que estoy desarmado, seco mis ojos y abandono el hospital sin saber si volveré a verte con vida.
- "Alvaro? Alvaro?"
A miles de kilómetros de ahí, bajo la luna de Santa Teresa en una apacible casa de Río de Janeiro, Doctor Psiquiatra me aclara que aún no tenemos la más mínima idea de lo que va a suceder. Has despertado, es cierto, pero aún desconocemos la situación por completo. Una cosa son los entusiastas posts deseando tu recuperación, uno más cursi que el otro; pero otra es la realidad, esa que usted me pide que no abandone ahora que estoy en shock.
- "Al volver de un coma inducido, son muchos los factores y daños colaterales que pueden presentarse, dependiendo del nivel de daño cerebral: desde una conciencia parcial, cuadros de epilepsia paulatinos, transtornos psiquiátricos, entre otros efectos que podrían entorpecer la lucidez. De momento, sólo nos atrevemos a pensar que recordará todo hasta antes de ser puesto en ese estado".
Con la paciencia de un profesor que explica la materia por enésima vez a un alumno repitente, Doctor Psiquiatra trata de sacarme del trance de saber que has vuelto a la vida. Nada nos prepara para ese cuadro, nada nos prepara para ese primer encuentro cuando mi corazón apenas terminaba de asimilar que no volvería a verte más. Nada nos prepara para la realidad, que supera de lejos a la ficción en este momento.
La primera foto de tu regreso a la vida no tarda en aparecer en el Facebook que todo lo sabe. Parece que te has reconciliado con la vida y luces esa sonrisa que jamás espere volver a ver. Es cierto, nada nos ha preparado para el reencuentro tras dos semanas contigo fuera del mundo.
¿Querrás verme de nuevo? ¿Seguirás aferrándote a ese amor que tanto daño te hizo con la misma fuerza que te trajo de regreso de la inconsciencia? ¿Serás la misma persona? O, mejor dicho, ¿seremos los mismos? Las respuestas a todas estas preguntas esperan del otro lado de la puerta de la habitación 501 del Hospital Municipal, misma que estoy a punto de atravesar a pocas horas de mi regreso a Perú, con el corazón en la boca y el pasaporte en el bolsillo.
domingo, 12 de junio de 2016
Este soy yo
Tu cuenta regresiva
Tu corazón de papel
Los peluches que tiré
Las fotos que enmarqé
El desayuno en mi cama
Las cartas de amores descartables
La venganza de tu ex
La muerte de mi ex
Las canciones por terminar
Las canciones terminadas
Mi madre de verdad
La que cree que lo es
Los corazones que romperé
Cobrarán su revancha esta noche
Tus lágrimas en mi cara
Me dicen que es verdad
Los hola que no contestaré
Los hola que no me contestaron
Los videos editados
Para decirte que te amo
La comida cancerígena que no puedo dejar
Las noches sin dormir en vano
El amor platónico desangrándose en mi cama
La electricidad cuando tomas mi mano
La familia que creé para mí
Los cafés con Rondón
Las veces que guardé silencio
Solo porque sí
Los aviones que perdí
Las cenas que rechacé
La canción que reproduje
Una y otra vez
La asfixia en el mercado Bolívar
La absolución en Plaza San Miguel
Las conversas en Barranco
La felicidad en Barranca
Tu pulsera que aún no logro pulir
Los anillos que lancé al mar
El anillo que quedó en mi índice
Cada noche antes de cantar
Los viajes en que escapé
Las noches en que me quedé
Por amor, por placer
Por no ver de nuevo el amanecer
Mi Santa Sagrada del Poder Judicial
Mis deudas terminadas de pagar
El te amo que no escucharás
Porque morirás sola
El coma inducido
Mi Víctor Serenidad
Tu voz pidiéndome en vano
Otra oportunidad
Los sueños premonitorios
El juego de formas bajo las estrellas
El mar que se llevó todo
La fogata que me enseñó a amar
El metal en mis brazos
El cereal perfecto por toneladas
Tus te amo que ya no son nada
El retrato que se cae a pedazos
El corte en la palma de mi mano
Tu carta con stickers de gato
La cicatriz a la altura de mis pulmones
De haber vuelto de la muerte
Una mañana de febrero de 2012
jueves, 9 de junio de 2016
Punto y coma (1ra Parte)
El primer viaje del año me conduce a un avión sin tiempo de pensar demasiado, sin darme chance de hacer maletas por completo ni asimilar las últimas 48 horas tan caóticas como confusas.
Mi 'doctor psiquiatra' (sí, el de la canción) me abraza sin mirar al resto directo a los ojos, tal vez para sobreponerse del shock, tal vez para no hacer evidente que estamos partidos en dos, pero a la vez porque debemos volver a unir los pedazos con algún pegamento improvisado en tiempo récord.
Mi cabeza sigue dando vueltas mientras escribo estas líneas en un avión rumbo a Sao Paulo. Recibo el abrazo y me aferro para no deshacerme otra vez. No me avergüenza admitir que soy tan imperfecto como cualquier otro ser humano, pero es mi entera decisión con quien compartir esta nueva prueba juntos. Hoy yo seré su psiquiatra, doctor, déjeme tomar su puesto y siéntese.
Nunca nadie entenderá lo importante que fuiste para mí. Aunque los últimos meses haya luchado por mantenerme respirando y con vida lejos de ti y de todos, nadie me quita el hecho de que tú eres y serás siempre parte de ella, como un tatuaje que se lleva en la piel, como un pedazo de ti que se va dejándote indefenso, pequeño, aturdido y consciente de que aún tengo demasiado por aprender.
Quise planear el mejor viaje para todos y no sé cuánto tiempo más podré disimular que no será igual ahora que no estarás más, que no compartiremos videos de JB noticias ni te haré ahogarte de la risa con todas mis tonterías, todo eso acabó de un momento a otro sin que pudiera decirte gracias por quererme incluso más que a ti mismo. Siempre te dije que no se podía vivir poniendo al mundo antes que a ti, hoy el mundo te lo agradece de algún modo peleando contigo hasta el último, no sé el resultado de esta batalla, me aterra de solo pensarlo.
Las luces del avión se apagan y mis ojos vuelven a hacerse pesados, respondo algunas bromas de mis dos mejores amigos dejando que su risas se lleven lo último que me queda de fuerzas.
Gracias por salvarme de tragedias de aeropuerto, por sonreírme hasta cuando no lo merecía, por convertirme en el amor de tu vida aunque yo aún no encuentre el mío, por darme tu amistad a prueba de balas y una lealtad que ya quisieran muchos tener.
No termino de entender por qué las películas, como la vida misma, tienen finales repentinos para gente que no lo merece. Muchos podrán hablar sintiendo que te conocían o escribir discursos enteros con frases baratas que los hagan sentirse bien consigo mismos, pero pocos conocimos tu corazón, ese que se queda con nosotros para enseñarnos algo de humildad y amor más allá de egoísmos u orgullos idiotas.
Y aunque nunca terminé de conocerte ni entender qué pasaba por tu mente los últimos meses de este corto año, nunca podré borrarme esa sonrisa Colgate de la mente, esa voz pidiendo que me quede media hora más y que me preguntaba si quería otro jugo de fresa con leche en el mercado Bolívar.
No quiero pensar en lo inevitable, no quiero aceptar la realidad y puede que no salga del shock en mucho tiempo, pero al menos me queda de consuelo miserable que tu mejor lado estuvo siempre para mí, sin horarios ni peros, sin miedo a saltar de puentes o mover montañas solo por ver felices a los que amas.
Goodbye my friend, Hello Heartache. En algún momento te encontraré por la Bolívar sonriendo sin decirme nada, saludando con un perfecto "Hola" que no necesitarás pronunciar e invitándome a comer algo por el solo gusto de engordarme y amarme a tu manera. El grande fuiste tú, nos dejas pequeños, torpes y solos. No hay un final adecuado para este post, como no lo hay para tu historia ni para agradecerte por regalarnos al más noble ser humano que he conocido.
Goodbye my friend, hello Heartache, de Avril Lavigne, vuelve a sonar en mi mp3 mientras me tomo la guaraná más amarga de mi corta vida, tan corta como la tuya, hoy a punto de apagarse para siempre en una cama clínica donde tantos otros dejaron de existir de la misma forma que tú.
En la cama de aislamiento de la habitación 501 del Hospital Municipal, abre los ojos y la luz lo inunda todo nuevamente. La oscuridad ha terminado, el doctor Raúl González corre a verificar sus signos vitales y verifica la hora del suceso. No hay lugar a dudas: ha despertado.
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