Más confundida que dueña de sí misma, tu madre pregunta qué pienso que debe hacer, yo le respondo que rendirse y desconectarte no es una opción, que ni siquiera lo piense y que debe escuchar a su corazón, más grande y puro que el de todos nosotros juntos.
Supongo que no es mi mejor respuesta, pues sus lentes de sol que ocultan sus ojos hinchados de tanto llorar, buscan alguna certeza en los míos. Mi coraza empieza a quebrarse y solo atino a decirle que ya hubiera querido yo que mi madre biológica tenga la milésima parte de coraje que ella y si en algún momento hubiese tenido una, me habría gustado que fuese como ella. Mis lágrimas inundan las grietas de mi escudo interno. Antes de hacer evidente que estoy desarmado, seco mis ojos y abandono el hospital sin saber si volveré a verte con vida.
- "Alvaro? Alvaro?"
A miles de kilómetros de ahí, bajo la luna de Santa Teresa en una apacible casa de Río de Janeiro, Doctor Psiquiatra me aclara que aún no tenemos la más mínima idea de lo que va a suceder. Has despertado, es cierto, pero aún desconocemos la situación por completo. Una cosa son los entusiastas posts deseando tu recuperación, uno más cursi que el otro; pero otra es la realidad, esa que usted me pide que no abandone ahora que estoy en shock.
- "Al volver de un coma inducido, son muchos los factores y daños colaterales que pueden presentarse, dependiendo del nivel de daño cerebral: desde una conciencia parcial, cuadros de epilepsia paulatinos, transtornos psiquiátricos, entre otros efectos que podrían entorpecer la lucidez. De momento, sólo nos atrevemos a pensar que recordará todo hasta antes de ser puesto en ese estado".
Con la paciencia de un profesor que explica la materia por enésima vez a un alumno repitente, Doctor Psiquiatra trata de sacarme del trance de saber que has vuelto a la vida. Nada nos prepara para ese cuadro, nada nos prepara para ese primer encuentro cuando mi corazón apenas terminaba de asimilar que no volvería a verte más. Nada nos prepara para la realidad, que supera de lejos a la ficción en este momento.
La primera foto de tu regreso a la vida no tarda en aparecer en el Facebook que todo lo sabe. Parece que te has reconciliado con la vida y luces esa sonrisa que jamás espere volver a ver. Es cierto, nada nos ha preparado para el reencuentro tras dos semanas contigo fuera del mundo.
¿Querrás verme de nuevo? ¿Seguirás aferrándote a ese amor que tanto daño te hizo con la misma fuerza que te trajo de regreso de la inconsciencia? ¿Serás la misma persona? O, mejor dicho, ¿seremos los mismos? Las respuestas a todas estas preguntas esperan del otro lado de la puerta de la habitación 501 del Hospital Municipal, misma que estoy a punto de atravesar a pocas horas de mi regreso a Perú, con el corazón en la boca y el pasaporte en el bolsillo.
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No eres tú, son ellos.