A: Mi hermano Mario, por acompañarme en esta locura
y por bautizarme como su "Maldito fármaco-dependiente"
La dimensión paralela de la evolución y la selección natural te recibe con los brazos abiertos, invitándote a caminar entre tortugas de casi doscientos años y nadar con tiburones martillo, en su estado natural y, por supuesto, en el tuyo.
El aeropuerto de Baltra ya te da un anticipo de la aventura que te espera: cactus te dan la bienvenida en el aeropuerto y el Pacífico se abre soberano prometiéndote paz y naturaleza en la isla a la que te dirijas, ya sea Isabela, Santa Cruz, Floreana, Bartolomé, Seymour o Plazas.
Olvida la comida de aeropuerto, las islas te esperan con almuerzos, y souvenirs de entre 8 y 15 dólares. Como sabrás, Ecuador se dolarizó dejando atrás el Sucre, por lo que es vital que lleves contigo a George Washington, Andrew Jackson o Benjamin Franklin en la billetera.
Las opciones son muchas cuando bajas del ferry. En nuestro caso, Santa Cruz te desconecta del mundo con sus calles en las que todos se conocen y saludan, como un apacible vecindario en medio del mar. Algo importante de resaltar es que, desde pequeños, los habitantes de las islas son conscientes de que el turista es la principal fuente de ingreso, por lo que los robos, crímenes o asaltos son solo lejanas noticias de ciudad en el Noticiero Uno de los domingos por la noche.
Los animales que aquí viven no temen al visitante, empezando por los pinzones que a saltitos intentan probar un poco de tu arroz, curioseando y preguntándote con sus caritas diminutas si vas a comerte eso. Por su parte, los lobos marinos descansan perezosos en el muelle, a pocos minutos de tu hotel, mirándote de reojo si intentas fotografiarte con ellos como recordándote que de lejos te ves más bonito y que estos turistas nunca aprenden.
Las primeras damas de la isla son, sin embargo, las tortugas Galápagos, que recorren el parque nacional con la autoridad y paciencia que les dan los 250 años de edad que pueden alcanzar (más que usted, lector, y yo juntos). Para disfrutar de la presencia de estos animales, los meses de calor como enero o febrero son ideales.
Una estricta legislación protege a las especies dueñas de la Isla, desde el control por el puesto del Consejo de Gobierno del Régimen especial de Galápagos. La distancia prudencial de todo animal es de dos metros y todo intento de sacar algo de la isla (planta, semilla, tierra, animal o elemento del ecosistema) es penado con hasta cinco años de prisión sin lugar a reclamo ni devolución de su dinero.
Por los meses de verano, a comienzos de año, las aguas se aclaran alrededor de las islas, de modo que los tiburones, manta rayas, tortugas y peces globo dibujan un cuadro de National Geographic por debajo de tu embarcación. Tu mochila con un impermeable, agua, una buena cámara acuática (ya sea si haces snorkeling o buceo) es idónea. En alta mar, el ají puede enriquecer tu experiencia con el ceviche ecuatoriano si vienes, como yo, del hermano país de Perú.
Si deseas conocer a las tortugas marinas y tiburones ballena, Seymour Norte es ideal, cuentes o no con credencial de buzo. La compañía Nauti Diving o Galapagos Saul Tour (Galasaultour) pueden sacarte de apuros con un servicio satisfactorio si las reservas para buceo o tours están copadas en tus días libres.
A la hora de comer, debes saber que todos los restaurantes de las calles principales incluirán impuestos sobre lo que consumas. Algunos de ellos no pondrán esto en la carta y te sorprenderán con los diez dólares de recargo a la hora de la cuenta. Si tu bolsa de viaje no es tan generosa y aún así deseas disfrutar de la gastronomía isleña, la calle de los kioscos en Santa Cruz es una excelente opción y un gran alivio a tu bolsillo.
La langosta, los camarones al ajillo, el caldo de bola, o las pastas en base a mariscos son opciones interesantes que engreirán tu paladar ante los simpáticos pinzones que te seguirán recordando que amar es compartir. Si, como todo buen peruano, has probado el arroz chaufa y deseas probar a su hermano mutante, el chaulafán, uno que otro chifa se esconde entre las calles de Santa Cruz.
Las playas como Tortuga Bay guardan para ti sorpresas inolvidables junto a los mangles. Cangrejos rojos como pimientos, tiburones de aleta blanca y territoriales peces de colores acompañan al bañista si tiene suerte, prestándote atención en raras ocasiones. Trata de guardar tu distancia prudencial. Los humanos no estamos en el menú, pero siempre serás mejor recibido en las profundidades como un inofensivo espectador.
Entre las rocas negras como el carbón y a lo largo de la bahía, las iguanas marinas del mismo color toman el sol estornudando de vez en cuando por el exceso de sal. Se saben únicas en el mundo y se protegen de los halcones con ese mimetismo maestro que la sabia naturaleza les dio. No tienen prisa, salvo cuando nadan junto a ti contra la corriente o bucean para disfrutar de algas que, al ser golpeadas por las olas, pueden teñir el mar de un peculiar marrón.
Como parte del programa de responsabilidad social, puedes visitar las fincas de café Arábico o Catimoro para conocer su elaboración artesanal y disfrutar de una tacita que jamás será mucha molestia, así que pase usted. El sabor y aroma te harán rogar al cielo que, como Juan Luis Guerra, "ojalá que llueva café en el campo".
Galápagos es así: un paraíso que evolucionó a su forma y a su tiempo lejos del resto del mundo. Un ejemplo de conciencia ecológica y un destino que te devolverá a los tiempos en que el hombre y la naturaleza vivían en perfecta armonía.
Cuidado con enamorarte de sus noches junto al muelle o sus profundidades de mil colores, el corazón debe volver a la maleta antes de regresar a tu realidad o embarcarte en el próximo destino. Es hora, puerta de embarque a las 11 con 45, gracias por volar en Lan. Abróchese los cinturones para despegar y recuerde que, si el paraíso ultraterreno existe, debe parecerse mucho a esto.
Finalmente, un resumen de nuestra aventura:
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No eres tú, son ellos.