"Lo que distingue al hombre de los otros animales
son las preocupaciones financieras".
- Jules Renard -
Este no es un post sobre amor, desamor, política o show business, sino de un tema que mezcla todo lo anterior en un solo cocktail amargo y mal preparado: la cola del banco.
Y es que en estos vía crucis inevitables por todos, a menos que seas el lobo del BCP (sí, el que va sin ir), encontramos diversos tipos de situaciones y personas que tienen como modo de vida en el arte de complicársela a sí mismos y a los demás.
Empecemos por el principio:
Las Camuchas.- Llamadas así por vivir su propia novela "Confesiones" al llegar a ventanilla 04. No contentas con sufrir en la breve cola preferencial, prolongan el suplicio contándole a las cajeras el cómo, cuándo, por qué, por dónde y otros pormenores previos a su visita. A menudo, la extensión de su melodrama les hace olvidar el trámite que las trajo al banco, por lo que retroceden su relato provocando a los presentes sinceras ganas ganas de cometer delito de vandalismo u homicidio culposo.
Los sencillos.- No nos referimos a las personas humildes o no complicadas , sino a los enfermos del cambio monetario. Su afición por las moneditas de valor mínimo y su emoción al ver un sol de Machu Picchu o el Lanzón Monolítico para su colección los lleva a cambiar sus billetes por metal, aún si deben "asencillar" a la mismísima Santa Rosa de Lima en 200 pedacitos eternos.
Las Loui Vuiton.- Las reinas del glamour y el styling deben lucir un bolso chic a la altura de las circunstancias. A más grandes mejor, a más espaciosos mejor. Siempre es menester cargar la cartera con toda clase de implementos de primera necesidad: coloretes, espejo, base, delineador, cleanex, un amante, rimmel, Tic Tac, anticonceptivos y un sublime blanco que engorde menos que el normal.
Volvamos al tema, porque no venimos a un certamen de belleza sino al banco. Es así que buscar la tarjeta de crédito bajo ese montón de vanidad portátil se vuelve, para ellas, divertido y, para nosotros, insoportable. Al cabo de una media hora es probable que encuentren a sus maridos metidos en el bolso y, con algo de suerte, la tarjeta de crédito que, lástima disculpen, no es con la que iba a hacer la transacción.
Los hinchapelotas.- Pueden ser hombres o mujeres, a menudo casados de 40 o solteras de 30 con notoria solvencia económica y déficit de afecto, quienes ven la humillación a la cajera como un sano deporte de práctica interdiaria. Generalmente, su paciencia no se extiende mas allá de los 40 segundos y tienden a recurrir a su dote de cajoneros palmoteando la mesa de partes al ritmo del pegajoso "Tú no sabes quién soy yo". No es difícil reconocerles, pues suelen quejarse de la lentitud de la cola y/o la cara del cuy mágico desde su llegada al banco.
CONCLUSIÓN
Si usted se ha topado con alguno de estos personajillos, no se deprima. El infierno bancario cuenta con demonios que lo acompanarán en su incierto camino. Sonría, saque su tarjeta o efectivo con anticipación y consuélese en el saborizante artificial de los caramelitos de counter con logotipo de la institución. Preocuparse no deben, yo les presto (arcadas).