"Puedes llevarte el perro, es lo más cercano
a la lealtad que conocerás en toda tu vida"
Escribo estas líneas luego de tomarme mi último café contigo en el Haití. No solo no volveré a contestar tus llamadas y no volveré a verte, también me he dado cuenta de que nuestra relación es como la película del Rey León: jamás debió tener secuelas.
No me digas que soy el amor de tu vida, estoy lejos de serlo a dos citas de conocernos. Tu ansiedad me grita que te falta amor y tus ojos me revelan que ya no queda vida.
No me salgas con que soy extraordinario y que no hay nadie como yo, soy solo un veinteañero promedio con ganas de ser recordado por alguien más a parte de su madre.
No me jures que irás a todos mis shows, te dormirás antes de la una de la mañana, hora en que empiezo a cantar.
No me digas que mi vida es divertida e interesante, solo me aferro a lo que amo, pero tú solo amas aferrarte.
No me prometas que no besarás nunca a nadie más, te aporrearía con una Biblia por exceso de ingenuidad. Sin un día esto no funciona, tu resistencia a la cama se medirá con la habilidad de quien venga después que yo con algo de creatividad y algún artículo de Rosatel.
No exclames que nadie te hace el amor como yo, es probable que digas eso por elevarme el ego, para luego cobrarme los intereses, o porque no lo haz hecho con suficientes personas.
No halagues mi cabello, no hay nada más caótico en todo Lima, ni el Metropolitano.
No satanices a tu ex ni jures en vano, no vaya a ser yo el degenerado e infeliz materia de la próxima conversación cuando esto haya terminado.
"Esto es diferente, vamos a funcionar porque así lo dice el horóscopo". No me digas, no me digas...
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No eres tú, son ellos.