sábado, 18 de agosto de 2012

Todavía (Preludio)



Yo confieso que me hago el fuerte los viernes por la noche, que no concibo asimilar el paso de los años, ni su ritmo, ni el frío de sus madrugadas silenciosas que me dicen que la respuesta esta ahí, en medio de la oscuridad, afuera de mi ventana: ¿aún estás conmigo?

El escenario es la mejor terapia, una potente inyección de anestesia que disfruto tanto como las agujas en mi piel inyectando una que otra sustancia que solucione en problema por un rato. Sigues ahí, dentro de mí, sonriendo y jugando con mi pelo, pidiéndome que te devuelva los anteojos. 

Cada rostro nuevo dibuja sonrisas, emociones plásticas que me ayudan a mentirme. Cada beso es un punto que sutura mi herida. Aprieta el nudo, amor, que no hemos coagulado del todo, que un poco de rojo arte contemporáneo asoma por mi costado en cada latido. Es sangre, es nostalgia, eres tú, dos letras malditas después de la i y antes de la d.

La función terminó, mucha gente acercándose por lo que hago, mas no por lo que soy. ¿Y qué sabe la gente de lo que somos tú y yo?, de nuestras canciones, de nuestras palabras dichas sin decir, de nuestras miradas que hablan, de nuestros helados y café en invierno a las 5 en el Astoria.

Sí, me imagino la vida contigo, llámame idiota si quieres. No pierdo la esperanza de volver a chocar nuestras bicicletas, de llamarte imbécil y quedarme ahí parado sintiendo que fui el último en entender el chiste. Que la vida se sigue riendo de mí, que nuestras almas están a miles de kilómetros aunque solo unas cuadras nos separen.

Me voy a dormir con un amuleto incierto de plata que se oxida, como mi corazón, como mis ojos bélicos que los reflectores han visto cerrarse por cansancio. El frío de esa miniatura metálica y su presión contra mi cara me hace soñar, me escupe promesas y recuerdos crueles llenos de Björk, Regina Spektor, chocolate, juegos violentos y nuestro poder para detener el tiempo. 

Termino estas líneas en una azotea y escuchando la canción de la semana. Notas embrujadas desfilan una a una, cortando mi rostro con su melodía y el viento frío que se hace sentir hasta la médula aunque sea invisible, qué coincidencia: casi como tú.



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No eres tú, son ellos.

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