miércoles, 13 de febrero de 2019

Un león dormido



En noches como esta es más fácil escribirte una carta así: No por su dureza, sino porque cada línea me duele más a mí que a ti.

No hay un comienzo apropiado para esta carta, como no lo hubo para nuestra historia.

Su respiración a mi lado junto a la brisa del mar con Hyperballad de Bjork de fondo me regalan una paz que necesitaba hace muchísimos años, una paz que no sé si merezca, una paz que yo mismo no me creo, una paz que siento que durará muy poco, una paz que agradezco a Dios o a la deidad que cada quien tenga grabada en el subconsciente, una paz que he sabido conseguir a pulso metiendo más de un corazón débil en la licuadora Oster para beberlo como los jugos de fruta que papá Víctor me lleva por la mañana hasta mi cama.

Hoy no estás, puedo decir con exactitud que no te extraño y que esta tregua tan cálida, como su cabeza en mi pecho, se acabará con previo aviso. "Tu batalla aún está pendiente, Alvaro, por supuesto que te tocará librarla solo, no dudes que la vas a ganar", me dice mi amor bajo cero antes de abrazarme y dormirse otra vez escondiendo su cabeza en mis brazos. En noches así, no estoy tan seguro de que tenga razón. 

La diferencia entre tú y yo, primer amor, es que he crecido aprendiendo y digiriendo cada estrategia bélica conocida, listo para la guerra con misiles a distancia, tan certeros como letales, uno tras otro, cada uno con tu nombre grabado en una batalla campal sin tiempo para preguntas. Al final del impacto te juro que preguntarás en qué momento el alumno superó a sus maestros, tú incluída.

Lo que algunos estúpidamente llamarán una traición necesaria es para mí el final más justo. No te confundas, amor mío, no es personal: Tú y yo tenemos un asunto pendiente y lo vamos a saldar como los samurais, como las series de Netflix, como Kill Bill, como Harry Potter, como las batallas épicas que uno disfruta en el cine con palomitas y jarabe azucarado gaseoso con agua carbonatada a la vena.

En esta guerra sin cuartel no existe la humanidad, la piedad, el perdón o los finales con reconciliaciones lacrimógenas que nos vendió Hollywood. Aquí solo existe la victoria de uno de los dos y ten por seguro que la mía es la única opción para seguir viviendo.

Vuelvo al inicio, amor y origen, no es nada personal, hace mucho que no es nada personal, es solo el ajuste de cuentas más perfecto concebido por una mente humana, hago énfasis en la palabra mente porque el corazón no tiene el más puto derecho a opinar.

Mientras ese día llega, bebamos y comamos en paz, sigamos oyendo cómo nos mientes y sigamos fingiendo que te creo, al fin y al cabo seré yo quien alce la copa de vino tinto y diga ese sonoro salud al final. Lejos de todos, claro está, pero al fin en paz.

Y aunque esta última lucha de fuerzas tan iguales y a la vez tan distintas se lleve una mitad de mí, la parte de Álvaro que sobreviva (si sobrevive) será todo lo que necesite, ni menos ni más.

Gracias por ser mi mejor ejemplo, por ser la lista exacta de todo lo que no quiero ser en mi vida, por ser mi debilidad en un mundo donde el 99% no conoce la suya y nunca aprendió como hacerle frente por falta de tiempo para verse al espejo.

Antes de despedirme, te confieso que aún te me apareces en sueños, no sé si es mi subconsciente haciendo su trabajo o una premonición exacta, pero tu final es tan patético como real. Cada vez que te sueño, aún es necesario un par de vasos con agua para volver a ser yo del todo.

A quien lea esto sin entenderlo por completo, antes de volver a ver dormir junto a quien hoy me acompaña en esta burbuja de paz extraña, va mi más sincero consejo, estimado lector/a: Identifica la debilidad de tu corazón, no huyas a ella y hazle frente con cada célula de tu cuerpo. Una vez identificada, ve y despedázala, que no quede nada de ella. Si esa debilidad tuya tiene mente pensante y cabeza, vuelve tu mente más rápida y arranca su cabeza con la herramienta más afilada que la vida te haya dado. El resultado será un corazón perfecto, un final feliz y una calma que te acompañará hasta el último día de tu vida. 

Un león dormido no baja la guardia y, aunque la música de la selva de noche lo acompañe en su sueño reparador, siempre está listo para arrancarte la cabeza o mutilarte sin previo aviso. Hasta entonces, mi amor, hasta entonces.

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