La mujer de mi vida está loca y habla mi mismo idioma: el de la incoherencia y la risa absurda. Ambos jugamos guerra de almohadas en mi cama y caemos agotados riéndonos de la vida, de las batallas ganadas, del amor más ilógico que se haya creado jamás.
Ella y yo nos besamos frente a una cámara y detrás de ella, tal vez porque hemos decidido romper toda etiqueta y porque el "¿qué somos?" nos produce alergia. Amamos esta ausencia de letreros, esta criogenia sentimental en la que la pasión no acaba jamás porque no la sometemos a contratos ni seguros de vida.
Yo soy su Furby ebrio y ella es mi mujer y también la mujer del pelotero. Siempre hago bromas sobre su busto gigante y ella juega a crear hipérboles con mis dientes.
Cuando la mujer de mi vida llora, le seco las lágrimas con verdades secas más efectivas que cualquier kleenex. Cuando yo lloro, ella jamás se entera, creo que nadie se enterará por un buen tiempo y porque cada vez lo hago menos.
Amo abrazar a la mujer de mi vida porque su cuerpo perfecto está tan frío como su alma. No es que esté muerta, es solo que su temperatura corporal es más baja que la de los humanos promedio y eso la vuelve hielo.
Eres perfecta para mí, eres iceberg que enfría mi alma en noches de verano frente a la playa, donde puede divisarse un montón de "te amo" varados y agonizantes de los que nos reímos también mientras los vemos morirse sin hacer nada para salvarles la vida.
Mi mujer no sabe que he escrito este post aún y no sabrá nunca las emociones inapropiadas que despierta en mí cuando me abraza y me besa con toda su desfachatez. Nos amamos a nuestro modo, de una forma inexplicable para la física y para la química.
Gracias, Claudia, por ser tú y ser la única que me permite ser yo veinticuatro siete riéndose en vez de preguntar por qué. Gracias, mi amor, por llegar a mi vida para hacerme una mejor persona, gracias por revelarme el misterio de cómo funciona el Maneki-neko y su patita en eterna oscilación. Gracias también por amenazar con regalarme un Furby del diablo en mi cumpleaños 25.
Gracias por ser mi mujer, por amarme aunque no lo merezca, por ser tú, por ser yo.
Cuack.