domingo, 16 de febrero de 2014

La reina diamante (Soy tu "fans" - parte 2)




La reina diamante duerme en mis brazos, oculta de todo aquello que lastima su corazón y huye del eterno lunes con la velocidad del bus que nos traslada lejos, hacia el Sur, donde la muerte no existe. 

Ella es Piscis, así que tiene mi corazón sometido con una llave de artes marciales tan elástica y letal como su rutina de esta noche. 

Ella vive en escenarios como yo y se siente harta de todo ello porque entiende que somos lo que hay en su camerino, entre sorteo y sorteo de casino, entre atriles y canciones ensayadas. Tú y yo al final del día, cuando un abrazo te devuelve la vida en medio de un show inmundo donde todos creen que el amor puede sustituirse con alcohol, bulla y luces. 

La reina diamante puede abrir sus piernas en un ángulo de 180 grados, algo que tu nunca podrás hacer por muy perra que te vendas en cualquier red social. 

Ella brilla con luz propia porque es como su nombre, a veces me sonríe y me dice que en su mundo de lentejuela no existe el amor ni un "te quiero" del corazón, pues todos están muy ocupados en brillar, en maquillarse y en tragar polvos para sentirse mejor que los demás, aunque sea por una sola noche. 

A sus 19, la reina diamante ha tenido sexo miles de veces, pero ha hecho el amor tan solo dos, me complazco en decir que la tercera es la vencida y somos la prueba de ello. 

La reina diamante es la más tímida del mundo sin su corona en la cabeza, pero se convierte en la reina de la noche si la adornas con la tiara que la vuelve precisamente eso: la realeza de lo absurdo, de lo mundano, de aquello que aplaudes pero que no entiendes. 

La diva del pop me quiere a su manera, pero ahora debo dejarla ir hasta el próximo show cuando, al final de la función, corra a buscar al único hombre que la ama sin trono, sin brillo y sin rubor: yo.



miércoles, 12 de febrero de 2014

¡Jerónimo!: Crónica de Bungee Jumping

Sube a la balanza, Alvaro. ¿Has hecho esto antes? ¿No? No te preocupes, será como morirte un ratito.




Mientras me atan las correas al cuerpo y me ponen un calzoncillo gigante haciéndome sentir un Rugrat, miro hacia el cielo donde, a 250 metros de altura, la pequeña plataforma de salto aguarda apacible e inalcanzable. 



Eres muy valiente, Alvaro, o ya estás desquiciado a los 24. ¿Ya visitaste Machu Picchu? ¿Verdad que es bonito? ¿Y Sacsayhuaman? Algunos turistas nunca pueden pronunciar Sacsayhuaman. (50 metros) 




¿Es tu primera vez en Cusco? ¿No? Nunca se termina de conocer, es tan bonito, brother. No te jales la gargantilla, es para que no te rompas el cuello con el tirón. (100 metros) 





Esto es muy simple, no vayas a mirar hacia abajo porque entonces ya no podrás saltar, cuenta tres y hazlo sin pensar, serán 250 metros en menos de cinco segundos. (250 metros) ¿Listo? ¡Ya!. 


La puerta de la plataforma se abre y da paso a un pequeño trampolín alfombrado de rojo. Es cachita, hermano, es para despedirse de este mundo con dignidad. Mi estómago es presa del vértigo y mi corazón amenaza con salirse. 



1...2...3...Mis piernas no obedecen y se niegan a avanzar. Es normal, Alvarito, en algunos casos la gente se da cuenta de que no puede hacerlo en este punto. Para tu cerebro esto es, técnicamente, un suicidio, por eso tus extremidades no van a responderte como mecanismo de supervivencia.

Ven, Alvaro, lo intentaste. El instructor extiende su mano para alejarme de la plataforma. Lo miro y cierro mis ojos esperando que, si Dios existe, me reciba del otro lado.




La caída dura apenas 3 segundos, un volantín me vuelve a la vida con el tirón de las cuerdas elásticas. Todo el Valle Sagrado se divisa majestuoso, pero de cabeza. Parece que lo hice.







Abajo, en tierra firme, dos instructores más aguardan para recibir mi cabeza y tender mi cuerpo sobre una colchoneta. Lo hiciste, Aldo. Soy Alvaro. ¡Ah! perdona, Alberto.  



Mientras me desatan las correas, veo al cielo en donde pende el elástico, la plataforma, el instructor parlanchín y el universo entero. Sonrío, me equivoqué al pensar que no hay nada más placentero que el sexo y nada más extremo que tres exámenes finales en un día. 




No sé cual sea el próximo abismo a conquistar mañana, pero hoy salté y de eso se trata vivir.





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De la selva, su Nutria

La moto acelera por la carretera bajo un sol infernal, más ardiente que la lava, pero no más que sus corazones a mil por hora. M...