Una pareja de chicas besándose en el patio, una tribu rasta, una chica vestida de chico, dos chicos tomados de la mano y con pelo igualmente verde insultan a la rubia con el chihuahua en su cartera, que presumo muerto por su expresión fría y su lengua afuera.
Ya en cafetería, Lady Gaga, los Wachiturros, las Culisueltas y Don Chezina hacen cola conmigo para sacar fotocopia. Mis shorts y camisa a cuadros me convierten en una suerte de elemento extraño que no encaja en el cuadro, como un barrito en el rostro al que hay que aplastar o rociar con Asepxia.
Me siento a tomar un jugo con mi exprofesor de semiotica, Elías Guzmán. "Muchacho, cada edad tiene lo suyo, en tu época los cambios eran menos bruscos. La frase "en tu época" me destruye totalmente y me vuelve una foto en sepia en medio de este carnaval de libertad sexual, excentricidad y everyday im shufflin.
De vuelta al patio, me encuentro a dos exalumnos del Agustiniano a los que enseñé teatro el 2007. Se acuerdan de mí, me abrazan y me preguntan qué hago por aquí. Yo respondo, con toda franqueza, que vine a terminar de sacar mi bachiller y a comprar marihuana que en la facultad, a diferencia de otros lados, era barata. El más pequeño de ellos me sonríe y me saca una bolsita verde ofreciendo armarme un porro de flor gratis al maestro con cariño. Lo miro con ternura y le digo que bromeaba con lo de la hierba.
Luego de despedirme, me dispongo a retirarme con mi padre, quien ya volvió de la oficina de grados y títulos con mi certificado en las manos y la pregunta qué le vio esa chica tan bella al pelucón con polo de Iron Maiden. Estoy por decirle que el fornido muchacho con tatuajes no se llama Carlos, sino Angie, pero opto por fingir que no escuché y lo abrazo ofreciéndole ir a tomar un jugo de frutas de Macartur, cuyo precio irracional es lo único que no ha cambiado por aquí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
No eres tú, son ellos.