domingo, 4 de diciembre de 2011

Superhéroe





Cuando nos preguntan cómo imaginamos a un súper héroe, muchos pueden visualizar en sus mentes a un fortachón con capa y con la ropa interior fuera de los pantalones de malla. Este héroe es distinto, tiene tantos poderes como debilidades y un final triste para su historia nada legendaria y poco increíble para entrar a un cómic, pero este blog no es una tira cómica, al menos no como mi vida.


No eres fornido ni tienes bíceps espectaculares, te faltan tres costillas y eres extremadamente delgado. Bastaría un solo soplido para derrotarte, pero la maña y la criollada han sido siempre tu mejor arma para derrocar a todos los super villanos, que casi siempre han sido más tontos que tú.


Tú no puedes volar, pero tus promesas me despegaron siempre del suelo para hacerme caer de nuevo. Ahora las caídas no duelen, así que podemos decir que de tanto soltarme desde los aires me transferiste tu otro super poder: la supervivencia todo terreno.


Entre tus sorprendentes habilidades, puedes hacer barcos con cajas de madera impulsados por motorcitos de juguetes destripados, lo aprendí cuando chico y era como descubrir el fuego. Mi mejor recuerdo contigo me llevó a destripar cinco carros a control remoto y un avión a escala buscando su corazón, tu corazón, esa bobina dispuesta a rodar con una sola pila.








No hay merchandising con tu nombre, ni figuras de acción, pero siempre me regalabas calcomanías para recordarte hasta nuestro próximo encuentro, que era casi siempre frustrado porque tenías que ir a salvar el mundo.


No tienes batimóvil, te recuerdo con un destartalado e indestructible Tico con música de Stéreo 100 que servía de fondo a tus viajes para luchar por la justicia, o por tu pellejo.


Tu resistencia física es envidiable: eres a prueba de golpes, escándalos de exnovias, represalias de esposos engañados, tarros de leche lanzados en la frente, insultos, habladurías y desaires que cambias por abrazos y una palabra cálida.


No puedes controlar el tiempo, ni siquiera el tuyo. Intentaste controlar el mío, pero tarde o temprano se te terminó escapando de las manos.


Tienes tu base ultrasecreta en algún rincón de California, desde la cual te comunicas para contarme como va tu lucha por la salvación de la humanidad. Tu base secreta es tan secreta que jamás la dejas y puede que nunca lo hagas.


Tu alterego humano es un peruano promedio que lucha por su vida en una tierra hostil donde todos hablan inglés y comen McDonald's.


Tienes múltiples identidades, como todo superhéroe, aunque lamentablemente todas ya hayan sido descubiertas por tu torpeza.


No eres el Chapulín Colorado, definitivamente no te siguen los buenos.


Hay muchas gatúbelas en tu haber, las cuales cayeron gracias a su ingenuidad y tu telaraña verbal más poderosa que la de Spiderman.


No peleas por los más débiles, porque estás entre ellos.


No eres cien por ciento astuto, tu pendejada supersónica es miníscula comparada con la de los que venimos detrás con algunos años menos.


No tienes un logotipo luminoso en las noches de ciudad gótica, pero tu imagen aparece en mi mente cada noche antes de dormir.


No eres mi héroe, estás a años luz de serlo porque tu lugar en mi corazón lo ocupa tu hermano (una versión mejorada de ti con muchos kilos demás, mayor producción, merchandising propio y algunas victorias épicas en su haber), pero las historias de héroes se cuentan y tú eres uno a tu manera, uno que nunca se cansa de pelear y siempre llama con buenas noticias aunque haya que inventarlas. Suena el teléfono, ¿serás tú con una nueva misión?, a luchar por la justicia.


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No eres tú, son ellos.

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