domingo, 18 de septiembre de 2011

La Isla



La isla está muy cerca del infierno de la ciudad, pero muy lejos a la vez por su blindaje de madera vieja.

En la isla estás tú, esperándome siempre con un animal nuevo para curar, una canción para escuchar y poca ropa para desgarrarla con facilidad bajo un montón de luces rojas de navidad con forma de cruz.

En la isla solo se come sopa caliente de sobre, casi siempre Ajinomén. Has insistido en prepararme sopa casera, pero has cedido ante mi adicción a la bendita instantánea.

En la isla no hay lugar para el pasado, no nos interesa. Tampoco viene al caso el futuro, pues no existe y crea temores que perjudican nuestro hoy lleno de comida chatarra, películas caseras, clases de cocina y noches de lujuria infinita.

En la isla los perros hablan y las aves de corral se bañan en piscinas.

En la isla no hay religiones, una virgen decapitada nos mira en medio del jardín, como suplicándonos que la vengamos a reparar con pegamento o que al menos limpiemos su altar casi asfixiado por la hierba mala y el polvo.

En la isla se hace el amor todo el día, no hay tiempo para nada más. De vez en cuando se cena o se hace un stand by para aventarnos pop corn o los peluches decapitados que viven bajo tu cama.

En la isla siempre puedo elegir las películas que deseo ver, aún si éstas no se han estrenado o filmado.

En la isla solo se oye música country, aunque de vez en cuando haces un alto para bailar sobre nuestra cama alguna de Katy Perry.

En la isla no existe el tiempo, es un estorbo que hemos aprendido a obviar. Tampoco existen los celulares, nos resultan tan insoportables como el sonido de las tizas friccionándose contra una pizarra.

Cuando dejo la isla me siento inifitamente miserable, porque vuelvo al mundo real. Sin embargo, tu sonrisa y tu beso insistente, junto a la bulla alegre de todos los animales que curamos, me promete seguir igual hasta mi regreso.


1 comentario:

No eres tú, son ellos.

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