El micro me trae de vuelta a casa y colas interminables en las pollerías de San Miguel me anuncian la buena nueva: hoy es el día del pollo a la brasa. Mientras camino a casa para recoger a papá y llevarlo a comer, veo a una señora corriendo y arrastrando por el suelo a su hijo. Le pregunto por qué la prisa y me dice que es el día del pollo a la brasa, repregunto el por qué y ella atina a responder que "así han dicho, joven". No sé si escupirle o burlarme, opto por ninguna de las dos y me dispongo a recoger a papá.
¿Por qué celebran el día del pollo a la brasa?, ¿Es que acaso un 17 de julio de mil ochicientos algo un pollo a la brasa heroico se alzó en armas y luchó contra los polleros con cuchillos y tenedores para liberar a sus hermanos dorados de la opresión?
Una señora gorda con bigote, barba y tatuaje de ancla en su braso pide medio pollo para comer aquí...bueno allá. El mozo le advierte que es probable que tenga que esperar una hora promedio y que puede adelantarle la mayonesa y la Coca heladita. Ella acepta gustosa y su pequeño con rostro ratonil (como el de este servidor) no deja de atocigarla y jalarle la chompa recordándole que es el día del pollo a la brasa y que moriremos todos si no comemos la bendita ave bañada en cremas y acompañada de papas fritas en Diesel de 90.
"Lima es novelera, hijo, en cualquier momento celebraremos el Día Nacional de Al Fondo Hay Sitio", dice mi papá entre risas mientras saborea su pollo Chi Jau Kai desde el chifa de la otra esquina. Agradezco a Dios que no exista el día del pollo Chi Jau Kay y una sensación de escalofríos recorre mi médula confirmando que no está lejos de la verdad.
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