viernes, 1 de agosto de 2014

La gran señora


La gran señora se ha puesto su mejor traje para vernos esta noche, todas las joyas no son suficientes cuando de verse bien se trata. La dama de sociedad es Sagitario, pero aún así pretende ir en contra de lo inevitable invitándome a salir.

Esta ridícula aristócrata ha encontrado el modo perfecto de espantar a todo galán con cuatro constantes repetitivas sobre la mesa: su ropa cara, su gata (mátenla), sus muebles perfectos y su único matrimonio exitoso: el trabajo.

La flor en ocaso disimula bien sus 39, aunque su alma sobrepase los 70 u 80 años. No gusta de las fiestas, ni las reuniones, prefiere una buena película que no entenderá pero que criticará igualmente para hacerte(se) sentir que lo sabe todo.

Ella dice que tengo sonrisa linda y se contradice preguntando si haré algo respecto a mis dientes enormes. Contesto con ironía que, por lo menos, a mí me aman como soy, algo que ella jamás podrá experimentar.

La diva en sepia ensaya todo su manual de Carreño y me confiesa, para mi terror, que en diez años no ha tomado vacaciones. Siempre decidió venderlas porque nadie estaba a su altura para viajar con ella.

En mi último intento por comprenderla, me apresuro a terminar mis makis de sabor y nombre indescifrable. Quiero irme y tú quieres quedarte.

Ya en el taxi de regreso, mi roomate ya te odia por las diez bromas que te has permitido hacer sobre su tamaño y aspecto. Tu atrevimiento es algo que pienso castigar enjabonándote la boca y dejándote el sabor del fracaso.

Dispuesta a sentirte deseada por primera vez en años, me pides que te entreviste como si fueses alguien y como si estuviera en horas de trabajo. Acabas de cometer el más grave error de la velada.

Cuatro preguntas desarman tus ínfulas de antaño: 

1) "¿El problema lo tienen los hombres contigo o tú con los hombres?" 
2) ¿Qué se siente que nadie te diga que te ama salvo una tía que compra ropa con tu tarjeta de crédito? 
3) ¿No es un verdadero fracaso estar sola y sin un solo pretendiente a tu edad? 
4) ¿Preferirías tejer o vestir santitos en alguna Iglesia tan en antigua como tu ultima cita? 

K.O. y eso que no las tenía apuntadas.

Tus ojos húmedos me provocan placer, tanto como el hecho de que solo hayas podido responder una de mis cuatro preguntas mirando hacia cualquiera lado menos a mis ojos. Ya camino a casa, mi roomate me recuerda sonriendo que soy la palabra con eme, pero no se atreve a negarme que la gran señora se merecía eso y más.

Unos días después, tu orgullo enflaquece y me buscas por Facebook para saber cómo estoy: "Avocado a admirar mis enormes dientes de rata". Te respondo que volveré a verte cuando termine de limármelos. Jaque mate, María Antonieta y que ruede tu cabeza.





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