domingo, 25 de noviembre de 2012

Soy tu fans: Manifesto of Little Monster

A Giuliana, por toda tu energía
A Christian, por ser mi mejor amigo
A Luis Miguel, por aguantarme más que yo
A Mauricio, por convertir 16 horas en una sola
A Taxumi, por tu arte que no conoce horarios



    (Nota de autor: Se recomienda reproducir el video
y escuchar el tema mientras disfruta del post, gracias)



En estos últimos cinco años, se me ha hecho muy simple iniciar la crónica de un concierto cualquiera: solo pon lo que la artista hizo con frases como "deslumbró", "cautivó", "hizo explotar", "derrochó" y un sinfín de verbos en pasado dentro de los cuales no encajas, porque me diste el mejor espectáculo de mi vida. Quizás es esa la razón por la que, pese a ser periodista, esta crónica no existe en un medio, sino en mi blog: porque este espacio soy yo y tú eres nosotros.

Me divierte y hasta me da ternura ver a los fanáticos de otros artistas arañándose entre sí y criticándote en redes sociales, cuando solo quienes te hemos visto y oído en vivo (algo que deberían recordar las reinas del play back) podemos darnos cuenta tu cuidado en cada detalle y de la atmósfera sobrenatural de tu reino: el mundo de lo absurdo, de los sillones de carne, de los senos metralleta, de la androginia alienígena y de la increíble energía que despides a quienes te ven de cerca, inyectando la sensación de que hasta el más intransigente de los sueños puede hacerse realidad.

Quince horas bajo el sol fueron un precio justo a pagar por verte tan cerca, por vibrar con cada canción, por verte escribir un mal romance de sangre, sexo y electro pop que solo un Little Monster entiende. Siempre creí que los fans están conectados por alguna extraño lazo invisible que, en tu caso, es tan rosa como oscuro, es un rostro de calavera, es una peluca de cualquier color o solo unos lentes negros que, por unos segundos, dejen salir al freakie que cada uno lleva dentro. Un pequeño monstruo que asesinamos con los años: la capacidad de emocionarnos y levantar los brazos en alto para entregarnos a la música, sea cual fuere el ritmo de nuestro corazón.




Los que no entienden tu música y la entrega a tu trabajo festejarán que no hayas rellenado 50 mil asientos, sin pensar un momento en que los que estuvimos ahí fuimos tratados con respeto y amor (por ti, no por parte de los VIPs, por supuesto) y sin recordar que uno que otro artista ha pisado nuestra tierra retrasando su show por horas, achicando su espectáculo a comparación de otros países, confundiéndonos con Chile, acabando antes de tiempo o enviándonos al carajo en inglés y en castellano si es que no nos gustó esperar demás. 

Los afortunados que te abrazaron y te tocaron son testigos de un ser humano con menos hipocresía que los demás bajo un reflector: una mujer simple dentro de su rareza que no duda en subir a sus hijos monstruos para cantarles de cerca (como un arrullo) o que no teme desaparecer bajo el escenario con ellos, haciéndonos parte de ese show...de tu show. 




Otros dirán que eres una copia de Dale Bozzio o Madonna, cuando no se dan cuenta que nadie ha inventado nada, que el look panal de Amy Winehouse ya estaba en B-52, que tus tías ya gritaban por Magneto cuando no nacían las niñas que ahora gritan por los Jonas Brothers. Tu abuela hizo lo mismo por Camilo Sesto, tu madre por Menudo y tus hijas lo harán por los descendientes o clones de Justin Bieber. Es la ley del show de la vida: un fan te entrega el corazón y Lady Gaga se entregó al Perú en una orgía de luces, escenografía de primera, despliegue técnico soberbio y ese cordón umbinical entre madre e hijos monstruo que no he sentido en ningún otro espectáculo.

Gracias a los Little Monsters que compartieron conmigo las horas de espera, las gaseosas, el agua helada vendida a precios criminales, los snacks destruye-dietas que sirvieron de almuerzo, las fotos, los taxis, la insolación y hasta las lágrimas en una que otra canción.

Gracias a los miembros del club de fans por compartir conmigo su idioma, sus sentimientos de familia, su conexión amical y su pasión incansable, algo que a veces se olvida en una oficina de redacción periodística o en la misma vida.

Gracias a Lady Gaga por inspirar mi proyecto electropop Dodo, por ponerme a bailar hasta casi perder el conocimiento, por ser la banda sonora de mis días de gimnasio con "Judas", "Bad Romance", "Heavy Metal Lover", "Cake like Lady Gaga" y "Just Dance". Gracias, madre monstruo, por recordarme que muchos sueños pueden hacerse realidad si vas tras ellos enseñando los dientes y con los brazos en el cielo, como diciendo "Paws up" y "I don' give a fuck" ante los "no" que esta vida nos pone.




Y aunque no pude tomarme una foto contigo, tal vez porque no estuve en el lugar y hora correcta, tal vez porque no hice caso a mi corazón en su vehemencia veinteañera, algo me dice que volverás para encontrar a un Álvaro más monster, más listo para ti, más aferrado a sus sueños, más despierto que dormido. La vida es un escenario y hace mucho que comencé a construir mi propio "Otter Pit". Vuelve pronto, Gaga, para volvernos locos a todos y olvidar lo aburrido que es ser un cuerdo promedio. You and I.





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