lunes, 27 de junio de 2011

Vacaciones en Larco Herrera (Tercera parte)

“El Señor Rondón es el más sociable de todos los pacientes, en unos días irá a pabellón con sus nuevos amigos. Mientras tanto, pueden hacerle todas las preguntas que quieran aquí en observación”. El médico llega como cada mañana acompañado por sus practicantes de enfermería, una más macho que la otra.



La única enfermera no lesbiana del grupo me sonríe con un gesto de interés contradictorio a su ética profesional, por lo que decido aprovecharme de su gusto por mí. Cuando todas las marimachos han terminado de acosarme con preguntas del tipo “¿Cómo te sientes?”, “¿Ya no piensas en matarte?”, “¿Qué día es hoy?”, le pido a mi heterosexual supervisora que se acerque un momento.

Si bien duda por unos minutos, ya que es conciente de que podría agredirla como tantos locos a los que ha examinado en su vida, le ganan las hormonas y accede a mi petición.

“Toma, este es el número de mi mejor amigo, dile que venga a sacarme de aquí hoy o me llevarán a pabellón hasta que huela a estiércol. Dale tu teléfono y en cuanto salga libre iré en tu busca para hacerte ver las estrellas, primero con las promesas normales de todo chico que quiere ligar y luego en las cuatro perillas. Anda ve”.

Al sexto día, se me han agotado las esperanzas de que la enfermera haya hecho su trabajo para que sea dado de alta, pues mi mejor amigo y un familiar quedaron en venir a visitarme el fin de semana para encontrarse con la noticia de que me tendré que quedar indefinidamente.

Quiero llorar como un mocoso marica, pero me distraigo leyendo por y trigésimo segunda vez el papelito que me envió mi incondicional hermano putativo. “Hemos hablado bien con su padre y todo estará bien, es tiempo de que descanses y lo olvides todo”.  No es que esperaba la bendición para el matrimonio, aunque me causa risa imaginar la escena. Romeo y Julieta venden sandalias al costado de nuestra historia, media naranja.

Finalmente, llega la noticia que esperaba: Señor Rondón, han venido por usted. La vieja enfermera arpía ya no disimula sonrisa alguna y me mira con incomodidad. A la insufrible anciana se le escapó un pez gordo que habría podido representar meses de trabajo, cientos de pastillas y, por su puesto, preocupados e ingenuos familiares dispuestos a pagar el internamiento. Esta vez no, vieja puta, esta vez no.

Camino a un café en Magdalena, papá no deja de hacer preguntas de cómo fui a parar allí. Mientras que mi mejor amigo le explica que los cuadros de estrés por estudios y bla bla bla. Inteligente como él solo, algo que siempre admiraré de él. Finalmente, hemos decidido que viviré en la playa Ensenada durante una semana, a fin de dejarlo todo atrás y reponerme de las emociones fuertes. Mar e invierno, buena combinación, mala para los pulmones pero bueno para el corazón.

Mi prolongado retiro espiritual me anuncia que el empezar de cero es siempre una necesidad en las vidas caóticas como la mía. Antes de irme, le pregunto a mi gran hermano del alma como convenció al doctor de que me dieran de alta. “Simple, mi madre tiene contactos y solo dijimos que te atenderíamos en un lugar mejor”, sonríe mientras termina de comprar las galletas de munición que comeré durante mi expedición al olvido.

Se me escapa una carcajada, todos me miran como si estuviera loco (ja!) y de repente, mirando a la ventana, recuerdo a la enfermera, al doctor, a Juan Manuel, a Sin nombre, a Fantasma a las lesbianas y a la enfermera ilusa a la que nunca llamaré. El bus rumbo a Ensenada arranca y yo apoyo mi cabeza dispuesto a dormir y soñar contigo una vez más. 

Mientras el sopor se apodera de mí, sonrío convencido de que la vida siempre puede sorprendernos con inverosímiles jodas para Tinelli.

viernes, 17 de junio de 2011

Vacaciones en Larco Herrera (Segunda Parte)

"A Renzo, por sus 18.
A Nuria, por sus 67.
A Kludi, sangre de mi sangre.
A Bryan, por freakie."



“Hemos hablado bien con su padre y todo estará bien, es tiempo de que descanses y lo olvides todo”, era una buena y una mala noticia. La buena era que seguiría vivo, la mala era que seguiría vivo sin ti. "No te puedes quedar con toda la merca, pues, no jodas", como dice Juan Manuel, quien he vuelto a torturar al anciano de la cama 13 con un palito de helado.

"¡Jesuscristo!,¡Jesuscristo!". Sin nombre se ha despertado, no sé si por la falta de sedante en su sangre o por las puras ganas de jodernos la paciencia. Ya llevo cuatro días como el niño dormilón y mudo del pabellón “C” de internos en prevención del Larco Herrera. Mi sueño ha vuelto a ser perturbado por los gritos de Sin nombre. Juan Manuel se dispone a callarlo a la mala, le pongo la mano en el pecho para detenerlo y voy en busca de “Fantasma”, un negro sordomudo de casi dos metros y de expresión cándida.

“Fantasma, levántate, vamos a hacerle creer que eres su Jesucristo”. Pongo una sábana sobre su cabeza y termino de fabricar las estampita abriéndole los brazos como para que crean que se ha aparecido un santo. "¡Jesuscristo!, ¡Jesucristo!", “Ya, chibolo, ahí tienes a tu Cristo”. Fantasma abre los brazos y se para en medio del pabellón con cara de no entender nada.

Sin nombre se asusta y vuelve a llamar a Jesucristo. Mi paciencia se terminó y luego de agradecerle a Fantasma por el milagrito prefabricado y de bajo presupuesto, tomo el instrumento de tortura de Juan Manuel, el palito de helado Donofrio justiciero.

A su lado en su cama, confieso que Sin nombre se ve más inofensivo de lo que se ve de lejos. Una extraña sensación de ternura se mezcla con la incertidumbre de no entender como un casi púber puede haber enloquecido al punto de ser necesario amarras en cada una de sus extremidades.

Mi faceta de San Martín de Porres se esfuma en cuanto recuerdo que mi siesta de la tarde ha sido interrumpida y que no podré dormir hasta la noche gracias a él. Coloco el palito de helado junto a su cuello. “Silencio, mierda, o te haré helado de fresa con tu sangre”. Sin nombre se ha vuelto a quedar callado y yo puedo volver a dormir. "Yo estoy loco, pero tú eres una mierda", me sonríe Juan Manuel desde su cama.

Me he despertado con la noticia de que Juan Manuel y Sin Nombre, (cuyo verdadero nombre es Edwin) han sido dados de alta. En su entusiasmo, el aprendiz de narco con VIH en fase avanzada me pide mi teléfono para seguir en contacto y ofrecerme ketes gratis. Le agradezco el gesto y le doy el número de una exenamorada con la que terminé mal.

Tras intercambiar polos, Juan Manuel se va diciéndome al oído lo más sensato que alguien me haya dicho: “El negocio de este lugar de mierda es que no te vengan a recoger hasta el séptimo día, luego te diagnosticarán tratamiento extendido y te enviarán a pabellón por seis meses”. Un nudo en la garganta y el adiós de Juan Manuel me hacen saber que debo pensar en algo y rápido.

domingo, 12 de junio de 2011

Video Post: La reina del perreo

Es muy probable que este video pueda alterar seriamente su cerebro, por lo que recomendamos no verlo a menos que sea usted un fiel amante del YouTube Poop. Cabe mencionar que si, después de apreciarlo, escucha la palabra perreo como el zumbido persistente de las orejas, no se alarme, puede que se le quede así unos meses.

sábado, 11 de junio de 2011

Vacaciones en Larco Herrera - Primera Parte

No te volveré a ver, el por qué no importa ahora, solo el cómo y aquí vamos. Mi buen mejor amigo me ha pedido que deje de llorar y me calme para explicarle mi problema al doctor. Como todos en algún momento de nuestras vidas, llegamos a un punto de depresión donde el control se va de las manos y nos vale un carajo la palabra “cálmate”.

No puedo calmarme ni quiero hacerlo, no respondo todas las preguntas y solo quiero ir a casa. “Lo siento, su amigo tendrá que pasar la noche aquí”. ¿Qué?
Antes de que mis oídos dieran crédito a la frase, mi cuerpo era llevado pacíficamente al salón “C” y depositado en una cama. No opuse resistencia y quedé dormido en el acto, tal vez porque cerraba los ojos con la esperanza de abrirlos horas después en otra parte y me dijeran que todo era una joda para Tinelli.
Maldita sea, era realidad: era el nuevo interno del salón “C” para enfermos en reposo. “En reposo” suena amable cuando la verdadera definición debería ser: suicidas y locos potencialmente peligrosos. Mi primera dotación de pastillas llega con el desayuno y una enfermera que me mira como rata de laboratorio.
 “¿Cómo amaneciste, Rondón Quispe?”, “Menos loco, ahora dígale al doctor que quiero irme”. La momia juanita con bata blanca me lanza una sonrisa poco tranquilizadora  y sumamente hipócrita: “prepárate, conchetumadre, te queda mucho tiempo para pensar en lo que hiciste”, decir eso habría resultado más honesto y menos perturbador que su mueca compasiva.
Juan Manuel, un distribuidor de quetes de Jesús María, está en la cama contigua. Me dice que se va a morir de SIDA pero que antes desea ver a su hijo Ernesto de 4 años, quien no sabe lo que es un quete, ni quién es la tal SIDA, ni cuando volverá su papá del “viaje de negocios a Bolivia”.
Me convida un poco de su arroz árabe, porque lo odia tanto como al resto de internos. Le propongo jugar al “Yo nunca”. Le explico que el juego consiste en brindar con alcohol (en este caso agua porque no hay de otra) y decir “yo nunca hice tal cosa”, si lo hiciste haz de beber un trago. La gracias del juego es quedar totalmente ebrio. En nuestro caso, solo podríamos quedar repletos de agua y sin espacio para el almuerzo.
“Yo nunca he violado a dos mujeres en un día y les he robado la plata para comprar merca”. Ok, he quedado como un pobre huevón. Me trago mi inofensivo “yo nunca fumé marihuana” y le propongo seguir hablando de nuestras opuestas vidas mientras el nuevo interno es amarrado a su cama. Sin nombre, 14 años y una insistencia para gritar “Mamá” y “Jesuscristo” (Sí...JESUSCRISTO) que comienza a hartarme.
Una hora después, me dispongo a dormir mientras Juan Manuel tortura con un palito de helado al más viejo de los internos. “Técnico, técnico”, grita el anciano pelón. Pero no vendrán a asistirlo, el enfermero Juan Manuel ha decidido aplicarle la terapia del “Calla conchetumadre”. ¿Adecuada?, no. ¿Efectiva?, júrenlo.
¡Jesuscristo!, ¡Jesuscristo!. Los 14 abriles de Sin nombre le dan toda la fuerza para seguir gritando. Juan Manuel se acerca despacio a su cama como el cuco por la noche. “Escúchame, pendejo, te callas o te llevo con Jesucristo pero con el de arriba”.
Sin nombre se ha quedado mudo. Ya puedo dormir, aunque la enfermera que me mira como rata ha venido a sacarme del sueño. “Rondón, tu ropa”, la casi anciana es tan imbécil que no termina de darse cuenta de que un papelito incrustado por mi mejor amigo entre el buzo y el polo me trae noticias del exterior. Mi corazón se detiene, ¿saldré esta misma noche?, ¿Te volveré a ver o me quedaré internado pensando en ti y oliendo a medicina por el resto de mi vida?

lunes, 6 de junio de 2011

Carlín y su adicción al Panamericano

Algunas canciones pueden ocasionar serios transtornos en nuestras mentes, sino preguntémosle al señor Carlos Carlín, cuya adicción al Pa Panamericano me hizo perder los estribos en una entrevista en Peru.com. Freakie por donde lo vean....

Volverte a ver

Dedicado a todos aquellos que extrañamos con todas nuestras fuerzas a alguien que partió llevándose un pedazo de nuestras almas consigo. Para quienes recuperaron, para quienes no. 



El lugar de nuestra cita es aquella heladería en la que alguna vez compartimos una Copa Bahía mientras tu exagerabas sobre mi sobrepeso y yo te hincaba las mejillas con el tenedor.

Mi corazón se acelera porque no fue cierto aquel adiós que creí definitivo. Al verte aparecer, mi cerebro estalla mientras mis manos se aferran a la silla: eres tú, 4 años después, casi igual a la última vez que nos vimos.

He pedido una botella con agua y un muffin, tal vez para hacerte creer que mis insanos hábitos alimenticios han cambiado en algo al menos. Sin decir nada, ya estás frente a mí.

Usualmente daría el primer paso, pero un poderoso silencio se ha apoderado de la atmósfera. Intento abrir la boca para decirte hola, tú te esfuerzas para no llorar y el simple saludo nos sale en coro y al unísono.

Antes de que pueda lanzar la más estúpida de las preguntas (¿Cómo has estado?), mi polo ya está humedecido por tus lágrimas mientras me abrazas como quien no ha visto a alguien en decenas de años. En este caso, tres años nos han pesado más que cientos.

Caminando por las calles que fueron testigo de nuestra historia supuestamente cerrada, hablamos de nuestros proyectos actuales mientras te seco las lágrimas. Siempre fuiste más frágil, pero esa teoría se contradice si nos ponemos a pensar el calvario que soportamos sin vernos y hablarnos por años.

Ya en mi casa, nos hacemos la pregunta del millón de dólares...¿Y ahora?, no hemos querido responder y el primer beso, sí, el primero, rompe el más incómodo de los silencios.

 Sin despegarnos, nos hemos despojado de la incómoda ropa, del tiempo que se nos fue, de la gente que se empeñó en separarnos, de las palabras dichas por la herida y de la puta formalidad. Siempre estuve en tu mente, ahora estoy en tu cuerpo.

Tres horas después, miramos al techo desde el suelo y nos reímos sin poderlo creer: volví, volviste. Hemos decidido saltar una vez más, sin saber en dónde caeremos. Es como cuando te lanzas de un tren en movimiento y tu corazón parece salirse por lo rápido que late. Así debe sentirse, así nos sentimos ahora.

Quiero decir algo más, pero ya es tarde: otro furioso beso tuyo me ha callado la boca, presumo que por otras dos horas.


Archivo

De la selva, su Nutria

La moto acelera por la carretera bajo un sol infernal, más ardiente que la lava, pero no más que sus corazones a mil por hora. M...